La noche del 26 al 27 de marzo de 1996, un comando armado formado por una veintena de hombres irrumpió en el monasterio y secuestró a los siete trapenses de nacionalidad francesa.
Un mes después, reivindicaba el acto criminal el jefe de los «Grupos islámicos armados» (GIA), Djamel Zitouni, en un comunicado en el que proponía a Francia un intercambio de prisioneros.
Al mes siguiente, un segundo comunicado de los GIA anunciaba sus muertes: “Les hemos cortado las gargantas a los monjes”. Ocurrió el 21 de mayo de 1996. Nueve días después fueron hallados sus cuerpos.
Para uno de los huéspedes del monasterio de Nuestra Señora del Atlas en la noche del secuestro, el padre Becker, sacerdote de la diócesis argelina de Orán, “lo que cuenta es la herencia de los monjes de Tibhirine”.
Los monjes, procedentes de Francia, se dedicaban a la oración y al servicio. Era una manera silenciosa y llena de amor de testimoniar su fe en Cristo y su amor a los hombres, también a aquellos que pertenecen a una religión diferente de la propia.
Querían mostrar que era posible una convivencia fecunda entre cristianos y musulmanes, que el Amor de Dios se ofrecía a todos, que existían caminos para unir a personas de culturas, razas y religiones distintas.
Otros dos monjes quedaron allí, al no haber sido descubiertos por los “visitantes”.Los secuestradores piden a Francia la liberación de varios terroristas como canje por los monjes. Francia se niega a negociar. Juan Pablo II, desde Roma, pide, suplica, que los monjes sean liberados.
El 21 de mayo de ese mismo año los siete monjes fueron asesinados. Sólo el 30 de mayo fueron encontrados sus restos mortales cerca de Medea. (Zenit y Catholic.net)