Creo en la Iglesia

Desde hace años escucho y de seguro también vosotros como
algunos conocidos nos manifiestan la típica frase : "Creo en Cristo pero no en la Iglesia", la mayoría de las veces expresado con superficialidad
y ligereza. Proclaman su grandeza y agradecimiento a Cristo y profesan una gran
hostilidad a la Iglesia. Llegan a creer que es un pensamiento que nace en los
tiempos actuales , desconociendo que es una afirmación que se remonta a siglos
pasados , de modo especial en la reforma protestante con su lema : “ Cristo sí,
Iglesia no".
Con el relativismo instaurado en esta sociedad, se inculca
que no existiendo una verdad objetiva valida para todos, tampoco puede existir
una institución legítima en grado de educarnos en el bien y guiarnos en el
camino de la verdad.
El mensaje que pasa por la cultura moderna es aquel en el
que la Iglesia con sus normas, limitaría nuestra libertad. Quien alimenta este argumento – como siempre ha sido desde el origen humano, hasta el primer
pecado de la historia- es el orgullo (la soberbia) que no es por casualidad el
primer vicio capital que nos separa de Dios, que nos hace olvidar que somos
criaturas (y no creadores de nosotros mismos) nos hace decir que somos nosotros
la guía de nosotros mismos, que nadie puede tener este papel, mucho menos una
institución de hombres como es la Iglesia. Voy a detenerme en dos puntos .
El primero es que la Iglesia nace de una voluntad explícita
de Jesús. Ha sido el mismo Jesús quien la ha fundado con un mandamiento claro e
inequívoco sobre ella, prometiéndole su asistencia divina a través de los
siglos. “Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré Mi Iglesia, y las puertas
del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de
los cielos, y todo aquello que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y
todo aquello que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16,
18-19).
Aquí queda claro que Jesús se refiere al Primado del Papado.
Y Jesús no da a Pedro las llaves del jardín o del garaje, sino que le encarga
el mandato sobre la Iglesia Universal. Muchos dicen : “ Si hoy Jesús estuviera en este tiempo,
actuaría de otra forma” .En esta afirmación ¿no se encuentra tal vez la convicción de que aún no han
encontrado a Jesús vivo entre nosotros? ¿Dónde lo podemos encontrar? Nuestra fe
no es una doctrina abstracta, una filosofía, está fundamentada sobre una
Persona que es Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, muerto y
resucitado por nosotros, y vivo todavía hoy en medio de nosotros. Entonces ¿dónde
lo encontramos?
Lo encontramos en la Iglesia. Es Él que hoy dice. “He aquí
el Cordero de Dios” es Él quien lo anuncia, es en la Iglesia que Jesús está
vivo, en los Sacramentos que la Iglesia ofrece está presente. Es en la Iglesia
que se construye en el encuentro con Cristo la verdadera comunión. Ninguna
manifestación de Cristo, ni aún la más mística, puede ser separada nunca de la
carne y de la sangre de la Iglesia.
Sin la Iglesia, la persona única de Cristo resucitado se
acaba para reducirse a una idea, a una doctrina o a un sentimiento. Rechazando
a la Iglesia, nuestra relación con Cristo se convierte a merced de nuestra
imaginación, de nuestra interpretación y de nuestro estado de ánimo. La Iglesia
en cambio es el lugar y la prolongación en el tiempo y en el espacio de la
acción y de la Palabra de Jesús.
Jesús se da a conocer, se hace accesible y por lo tanto nos
da su Espíritu en la Iglesia a través de la Sagrada Escritura, los Sacramentos,
los ministros y del Magisterio. La Iglesia es la humanidad renovada. Cada proclamación del evangelio emana de la
Iglesia y tiene como objetivo edificarla. ¡Quién dice “Iglesia no” de hecho,
también rechaza el Evangelio! Quién rechaza el Evangelio, ¿que Cristo acepta?
¿Un Cristo sin palabras, sin voz?
El segundo punto quisiera enfocarlo desde el argumento que
se ofrece por sus detractores: La imperfección y la indignidad de sus miembros.
Para eso bastaría meditar las palabras de Jesús cuando al conferir el mandato a
Pedro, le dice : “ Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos
como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez
vuelto, confirma a tus hermanos” . El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir
contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Jesús le contestó: Pedro, te digo que el gallo
no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces. (Lc 22, 31-35)
Jesús le asigna la tarea a Pedro para confirmar a los
hermanos justo cuando resalta sus límites humanos . No encuentra la debilidad
de Pedro incompatible con su misión. ¿Qué hace posible la misión de Pedro a
pesar de su debilidad? La oración de Jesús.
Los apóstoles abandonaron a Jesús después de su arresto
(ninguno de los discípulos, excepto Juan, permaneció bajo la cruz) y, sin
embargo a pesar de esto recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés,
comieron y bebieron junto con el Señor después de su resurrección, se
encontraron proclamando el Evangelio en todas partes a costa de sus vidas (como
Jesús les había mandado). Si reflexionamos sobre cuántas veces nosotros
también, después de pecar volvemos al estado de gracia con el sacramento de la
confesión, podemos entender fácilmente cómo los pecados de los hombres de la
Iglesia (como los de cada cristiano) no pueden afectar de ninguna manera la
santidad del cuerpo místico de Cristo. La Iglesia misma, es santa porque Cristo
mismo la santifica con su Preciosa Sangre. Aquellos que siendo hombres están
inclinados como todos los demás a pecar , ciertamente pueden cometer errores,
pero no dañan la santidad de la Iglesia que sigue brillando con la santidad de
Jesús.
Ser completamente cristiano no significa ser perfecto, sino
reconocerse a sí mismo como pecadores y necesitados de perdón; significa hacer
un esfuerzo por guardar los mandamientos y, cada vez que caes, pararte pidiendo
perdón a Dios, confiando en su ayuda y en la de María, nuestra madre amorosa.
Está escrito en Proverbios 24,16: "Si el justo cae siete veces, se levanta
de nuevo". Las escrituras por lo tanto no dicen que los justos nunca
pecan. Dicen que incluso si peca, no permanece en el suelo ,en el barro, en su
pecado, sino que se levanta y continúa caminando.
Aunque todos están llamados a la santidad, nadie (excepto
María) está exento del pecado. Todos necesitamos la infinita misericordia de
Dios. Misericordia que sin embargo en esta vida nos guste o no, por la
voluntad expresa de Cristo pasa por la Iglesia, por la purificación del
bautismo, por la remisión de los pecados en el sacramento de la Reconciliación,
a través de la Eucaristía, que es la manifestación suprema del amor de Jesús
(así como el alimento del alma), a través del Magisterio, que es un depósito
seguro de nuestra fe .
Fulton J. Sheen escribió : “Aquellos que rechazan a la
Iglesia por la hipocresía o la imperfección de las personas religiosas, olvidan
que, en el caso de que la Iglesia fuera perfecta en el sentido que reclaman, no
habría en ella lugar para ellos”. Si Jesús no hubiera querido la Iglesia, ¿habría elegido a
los Doce? ¿Los enviaría a todo el mundo? ¿Los buscaría después de su muerte? Si
no hubiera querido la Iglesia, ¿le habría dicho a Pedro: "Apacienta a mis
ovejas"?
Quien dice "Cristo sí, Iglesia no", finalmente
acusa a Cristo de haber hecho todo mal; y elige permanecer en la oscuridad
acerca de sus enseñanzas, desprovisto de su perdón, ayuno de su cuerpo, lejos
del lugar donde se encuentra.
Por lo tanto, solo hay una forma, una manera de encontrarse
con Cristo: vivir dentro de la Iglesia, porque vivir en la Iglesia
concretamente significa vivir con Cristo. Siendo parte de esa comunidad de
hombres y mujeres en la que, liderados por los sucesores de los Apóstoles y
participando en los sacramentos, estamos unidos en una comunión de personas en
la que "no hay judíos ni griegos, ya no hay esclavos ni libres, más hombre
o mujer, porque tú eres uno en Cristo "(Gálatas 3:26).
4 comentarios
maravilloso, soy parte de esta iglesia rota, y nunca sera perfecta porque somos humanos llenos de debilidades,necesitados de la gran misericordia de DIOS que es para todos... DIOS quiera haga en nosotros el deseo de amarla mas y ser mejores cristianos cada dia
ResponderEliminarSiempre me he sentido Iglesia con todas mis imperfecciones y defectos y a pesar de ello La Iglesia me acepta así...Saludos
ResponderEliminarExcelente reflexión!!
ResponderEliminarUn abrazo!
En Valencia hay mucha gente que dice: yo no creo en Dios, pero a la Geperudeta (la virgen de los Desamparados) no me la toques. Es sorprendente.
ResponderEliminarTambién muchísima gente dice lo que tú comentas: creo en Dios pero no en la Iglesia. Como si la Iglesia fuera un ente ajeno a las personas. Yo siempre digo que Iglesia somos todos, porque la propia palabra lo indica: Iglesia=asamblea. Y al igual que nosotros no estamos exentos de pecado, la Iglesia en su conjunto, tampoco lo está. Muchas veces ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Otra cosa es la jerarquía eclesiástica, que es el quid de la cuestión. Que, muchas veces, antes más que ahora, ha vivido al margen del pueblo llano. E ignoran que esta jerarquía también está compuesta por personas, con sus vicios y sus virtudes.
La segunda parte, es el magisterio de la Iglesia. Aquél que nos instruye, que nos guía por el buen camino, el que parte del magisterio de Cristo: sacramentos, la Vida Eterna, y conceptos tan claros como la existencia del demonio.
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