Consejos vendo y para mí no tengo
Que poco recomendable es tener como aliados en esta vida, al orgullo y la soberbia, los dos se empeñan en ponernos una venda en los ojos que nos impide ver los obstáculos que en el día a día se presentan inesperadamente. Qué razón tiene el dicho popular “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Lamentablemente son algo más de dos, las veces que la molesta piedra aparece para hacernos caer una y otra vez.
Que fácil resulta a veces corregir a los demás y que costoso cuando somos nosotros los corregidos. Hace poco tuve la ocasión de vivirlo y ante el descontento de mi actuación surgió una reflexión que hoy dejo en el blog. ¿Cómo encajo la corrección o censura? Tal vez tendría que preguntarme “¿por qué no se encajarlas?”¿Cómo hago yo una corrección?... Tendré que tener en cuenta aquel otro dicho que dice: “Consejos vendo y para mí no tengo”. Así que lo que hoy escribo, me lo aplico el primero.
Últimamente constato que cada vez que soy preguntado por algo que he hecho y que tiene pinta de haber errado en mi actuación, mi reacción inmediata es la de la excusa, la de la justificación, la de la aprobación. Cada uno de nosotros seguro que ha experimentado alguna vez la corrección que alguien le ha hecho a un acto, palabra o razonamiento. El evangelio nos invita a tener este acto de caridad cuando somos conscientes de la necesidad de enmienda.
Sí, es un acto de amor el poder ayudar a corregir errores, que el ego de cada uno impide ver. Todos tenemos necesidad de la visión de los demás, ante nuestro obrar. Caminamos frecuentemente, con la certeza de poseer siempre la verdad, el conocimiento real de las cosas, y nos olvidamos de las perspectivas en las que se mueven los otros.
Para corregir hay que aprender a ser corregido, y nuestra experiencia constata, que no es fácil. Para que esto ocurra, es necesario un valor especial para aceptar rectificar. Pretender enmendar a quien no tiene las mismas ideas, no comparte simpatías o antipatías, o no coincide en puntos de vista, puede convertirse en una intromisión a su libertad. Toda presión, insistencia, querer convencer a otro de lo que es mejor para él puede acabar en una manipulación de su conciencia si no hay un espíritu real de ayuda. Dejemos a un lado la tentación de actuar astutamente en nuestras maneras torcidas de obrar y decir, para acabar imponiendo nuestro criterio sobre otros.
Antes de hacer comprender al prójimo su desacierto, hay que demostrarle y convencerle de que es amado. Que es nuestro afecto y cariño el que nos mueve a enseñarle que lo escogido puede dañarle, que su actuación puede llevarle al precipicio, que sus palabras pueden volverse contra él.
La paciencia, la caridad, la misericordia, la sensibilidad, las buenas palabras son las luces necesarias a través de las cuales el otro puede percibir su error. Para corregir, además de la caridad, es necesaria la humildad. Humildad ante cualquier muestra de superioridad que pueda asaltarnos. El que es corregido debe comprender que quien lo amonesta, está en el mismo nivel para cometer errores. No es lo mismo escuchar: “Mira lo que has hecho” que percibir “Mira lo que somos capaces de hacer”.
A veces hablamos y gritamos demasiado, porque nuestra conducta no es bastante elocuente. Somos predicadores implacables y moralistas insoportables porque la santidad de nuestra vida no es tal. Nuestra corrección debe ir acompañada de un sincero sentimiento de amor al prójimo. Hay que reflexionar antes si realmente queremos prestar un acto de servicio al prójimo o alegrarnos en un convencimiento de supremacía. Palabras como "Te lo había dicho. ¡Ya te lo había advertido! Peor para ti, si no me has hecho caso", pueden esconder una gran dosis de arrogancia. Siempre mansedumbre al corregir, porque si lo hacemos enojados ¿qué podemos esperar?... Es imprescindible usar una delicadeza especial, dejando cualquier tentación de superioridad para que el otro no se sienta humillado y la corrección produzca el fruto que se espera de ella.
Cierto, no es fácil y requiere equilibrio, tendemos muchas veces a creernos superiores aunque sea de forma inconsciente. Por ambas partes es necesario una gran dosis de humildad. Meditar qué correcciones fructificaron y cuales cerraron en banda o empeoraron la conducta. Existe el deber de corregir especialmente si se tiene autoridad o conocimiento, en especial los padres de familia.
No siempre depende de nosotros el buen resultado de la corrección (a pesar de las mejores disposiciones, el otro puede no aceptarla); por el contrario, depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen resultado a la hora de recibir una censura y aprobarla. Hay que aprender a dejarse corregir, solo así podremos entender lo que significa ejercitarlo en los demás.A menudo, cuando ésta llega, nos asaltan deseos de excusarnos y es fácil que de nuestra boca salgan una larga lista de pretextos:” pero es que tú no sabes, tu no conoces, he ido de buena fe, lo he hecho con toda la buena intención,”…
He comprobado y sigo haciéndolo, que al arrepentimiento o a la aceptación del error sucede la metanoia, el cambio de mente, ese emprender una nueva dirección. En la biblia se utiliza metanoia precisamente en ese sentido, se equipara arrepentimiento con cambio de pensamiento. Cuando vivo emplazado en el ego, aceptar las correcciones es un desgarro. La experiencia me está enseñando que debemos aprender a callar, escuchar e interiorizar mas, después reflexionar y por último agradecer. Justificarse a la primera ante un aviso, puede encerrar un gran acto de orgullo y soberbia que nos impide ver nuestros errores. Debemos dejar que quiten las malas hierbas que en nuestro campo crecen, para saber quitar la de otros.
Acabo con unos consejos del papa Francisco sobre el tema : “No se puede corregir a una persona sin amor ni sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo moriría de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y a aceptar la corrección. Llamarlo personalmente, con mansedumbre, con amor y hablarle”.
Acabo con unos consejos del papa Francisco sobre el tema : “No se puede corregir a una persona sin amor ni sin caridad. No se puede hacer una intervención quirúrgica sin anestesia: no se puede, porque el enfermo moriría de dolor. Y la caridad es como una anestesia que ayuda a recibir la cura y a aceptar la corrección. Llamarlo personalmente, con mansedumbre, con amor y hablarle”.
14 comentarios
Caramba, parece que me lees el pensamiento. Hace poco días viví una situación altamente desagradable, fue inoportuna, desafortunada, humillante, llena de soberbia... Se trató de una "corrección" que fue de todo, menos fraterna.
ResponderEliminarAsí que el post de hoy para mi es, providencial.
Mil gracias!! Un abrazo!
Querida Paula. Muchas gracias por tu fidelidad en comentar mis post aportando en ellos reflexiones enriquecedoras para todos. No es fácil. Todos tenemos experiencia de los dos papeles, el que corrige y el que es censurado. Nuestras limitaciones nos tienen que servir para ofrecer y desear mejorar en cada bando. El papa también dijo : "La verdadera corrección fraterna es dolorosa porque se hace con amor, verdad y humildad. Si sentimos placer por corregir, esto no viene de Dios.". No tiene ningún sentido el enojo cuando queremos mejorar algo y nunca debemos olvidar lo que acompaña a la corrección... ¡Fraterna! Un abrazo fuerte
EliminarGracias.
ResponderEliminarUn saludo Caminar. Siempre presente
EliminarUn escrito que deberíamos leer con frecuencia para recordar que la corrección fraterna es necesaria para todos.los consejos del Papa son estupendos.Saludos
ResponderEliminarQuerida Charo el examen personal siempre nos viene bien a todos, venga de donde venga. Gracias por tu aportación. Un abrazo
EliminarSí, Ángel, escuchar al que tenemos al lado, que es querido exactamente igual que nosotros, ponerse en situación de escucha, de diálogo. Puedo corregir una forma, no sé, por ejemplo, un comportamiento no adecuado, pero cuando tengo delante a otro, he de escucharlo, sus circunstancias, su vida. Ser conscientes de que la fe es un don, no sabemos más, o poco más, pero nunca debe ser motivo para imponer. Se percibe la cercanía, el consuelo, no los sermones, debes hacer esto o aquello. No, escuchar, que la persona se sienta escuchada, acogida. Mirar cómo actuaba Jesús.
ResponderEliminarDios es Padre de todos. Esto no quiere decir tolerar el mal, ser cómplice del mal, pero muchas veces no somos capaces de empatizar con lo que otros viven, sólo la escucha, la observación serena puede ayudar.
La sociedad es muy compleja. Te cuento una experiencia. Soy profesora de Arte, y en etapas anteriores cuando dejabas para comentar, por ejemplo, unos de tantos, una obra de 'La Anunciación', todo el mundo conocía, más o menos, quién era Jesús, La Virgen, el hecho de la Encarnación, a todo el mundo le parecía 'familiar'. Hoy, Ángel casi tienes que comenzar por explicar quién era Jesús. Es decir, hay que empezar por la base, por evangelizar por la base, y sin actitudes paternalistas, exponer con humildad, explicar con humildad. Creo que los cristianos debemos ahondar en la humildad.
Rezo cada mañana con mis alumnos. Cuando comenzamos el curso, les parece algo como de tiempos remotos. A medida que avanza el curso, la Palabra de Dios y la cercanía de un Dios personal, que está con cada uno, va calando en ellos. No son distintos a nosotros, pero viven en una sociedad donde a Dios no se le da valor. Cuando ellos perciben a ese Dios personal, piden la oración que antes les parecía una tontería.
Con humildad, con paciencia, y sabiendo que nosotros somos también pecadores.
Las humanidades han sido arrinconadas y vivimos tiempos de despertar, no podemos eludir, pero en actitud de escucha.
Dedicarse a la enseñanza permite estar en contacto permanente con los jóvenes, es mi caso, y palpar sus necesidades, despertar esa dimensión transcendente, espiritual que, en muchos casos, se halla dormida.
Estoy totalmente de acuerdo con tu texto y con las palabras del papa Francisco.
No se puede corregir sin amor y sin caridad. Y poder discernir qué debe ser corregido o no. El discernimiento es muy importante. Que Dios nos ayude a discernir.
Un abrazo, Ángel. Gracias.
Gracias a tí Rosa por tu gran aportación y testimonio. Supongo que no es nada fácil en el ambiente que te mueves, pero ánimo, el bien y lo bueno siempre triunfa y queda. Gran labor la que te ha sido encomendada. Un abrazo
EliminarMe ha encantado tu aportación Rosa. ¡Muchas gracias por compartir tu experiencia!
EliminarUn beso.
Es un excelente propósito el procurar aceptar las correciones que nos hagan, porque con frecuencia, al menos en parte, llevan razón. Y nos cuesta, efectivamente. Puede ayudar a conseguirlo lo que también comentas: un inicial silencio y escucha de todo lo que nos tienen que decir. De esta forma lograremos acallar la natural protesta que pueda nacernos y con la gracia del Señor, llegar a comprender en qué debemos mejorar o qué debemos modificar en nuestra conducta y pensamiento. Gracias, Angel, por este post tan interesante y conveniente. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Felicitas por tu aportación. Un abrazo
EliminarQuerido Ángel, fantástico tu texto, muy necesario. Cuesta casi más hacer la corrección que recibirla.
ResponderEliminarEs importante antes de hacerla rezar por la persona a la que vas a corregir, por ese es bueno no precipitarse, a no ser que sea necesario hacerlo de inmediato.
Y muy bien lo que dices no buscar excusas,como solemos hacer cuando nos corrigen algo.
Siempre aprendemos mucho contigo, Ángel
Un beso enorme
Hola Ángel, soy Francisco Javier Tenorio, del blog "Rosas para María". Espero que estés mejor de tu enfermedad. Te mando un cordial saludo.
ResponderEliminar.
Con respecto a entrada, voy a dejar un comentario: las correcciones fraternas, es importante hacerlas; a mí, una vez, gente de mi comunidad cristiana no me corrigió y me acabé estrellando... ahí comprendí que eran importantes.
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Espero que todo te vaya bien. Un cordial saludo: Francisco Javier.
Me alegra verte por aquí Francisco Javier. Siempre nos viene bien que otros nos ayuden a mejorar y en una comunidad cristiana urge que todos sus miembros estén pendientes de las necesidades de los que comparten su vida de fe con ellos. Muchas veces la omisión de un deber (y la corrección fraterna es un deber de caridad) puede traer consecuencias indeseables. Muchas gracias por tu testimonio. Un fuerte abrazo
EliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.