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Tibia neutralidad

 


Hablaba días atrás sobre lo que significa ir contracorriente en este mundo cuando queremos ser coherentes con la fe que profesamos. Son varias las personas que se definen como ateas o agnósticas, en alguna ocasión me han soltado aquello de “mucho ir a misa y predicar el amor al prójimo, pero menudos sinvergüenzas hay en la iglesia”. A veces tienes que discernir si quien te ataca de esa forma imprevista lo hace con intención de justificar su posición, provocarte o si espera un argumento que pueda contrarrestar su visión particular en búsqueda de la verdad. El tiempo me ha enseñado que es bueno no ser impulsivo y contestar o debatir si realmente el interlocutor está dispuesto a escuchar. Me costó tiempo entender las palabras de Jesús: “No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos” por lo despectivo que sonaba, y añade a continuación “no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros” (Mateo 7,6). Analogía que utilizó Cristo para demostrar cómo reacciona la gente cuando ellos están viviendo en abierta rebelión contra Dios; personas que obstinadamente rechazan Su verdad y cierran sus mentes y corazones para el conocimiento espiritual.

Pero vayamos a la pregunta que me sugiere lo anterior. ¿Qué es vivir la fe para un cristiano del S.XXI en un mundo que ha dejado a Dios de lado? Algunos tienen la idea de que ser católico practicante quedas obligado a dejarte patear y a escuchar el recochineo de “pon la otra mejilla como dicen en la Biblia” otros esperan que tienes que aguantar estoicamente cualquier vejación con una sonrisa estúpida y condescendiente, vamos que hay quien confunde el mandato evangélico de ser hermanos con el de convertirse en unos primos de los más tontos.

Cada uno debería preguntarse ¿Qué es para mí ser un católico coherente? Os digo lo que yo intento vivir, aunque no lo consiga siempre. Es poner a Cristo en primer lugar, y esto no todos los días lo logro lamentablemente. Cuando soy consciente de hacerlo sé que tengo que dar el segundo paso, imitarle, hacer vida sus palabras. Tampoco su vida fue comprendida ni aceptada por sus coetáneos. “No fue profeta en su tierra”, con ello podemos decir que desde sus orígenes el cristianismo chocó en su planteamientos y formas con lo que hoy llamarían “lo políticamente correcto”. Aquellos que le siguieron pronto tuvieron que practicar el ir “contracorriente”.

La cruz da miedo, y digo cruz para aquellos que la entienden en su sentido más amplio, pero si suprimiéramos la cruz de las páginas del Evangelio nos quedaríamos con las tapas. La semana que viene entraremos un año más en ese misterio de la Cruz con el tiempo cuaresmal que nos ofrece días llenos de introspección interna. La exigencia que supone aceptar la cruz conlleva cargar con todo aquello que pudiera repugnarnos o movilizarnos de nuestras posturas, sin adaptaciones de la doctrina a nuestra comodidad. Se deformaría, tratar de amoldarla a la hedonista mentalidad de nuestros días, nos perdería.

El cristianismo tampoco es beatería, mojigatería, ni supone vivir nuestro credo en los templos y de puertas adentro, sino todo lo contrario. Nuestra fe es para personas firmes y recias; ser cristiano en pleno siglo XXI, no resulta nada fácil. Muchos piensan que un católico es alguien que se ciñe al cumplimiento de una serie de insulsas normas, rezos y celebraciones sin sentido. ¡Y los hay! …Lamentablemente algunos cristianos toman ese camino, y arrastran una fe, que ni es fe, ni tienen esperanza, ni muestran alegría. Los que asumen esa forma de “cristianismo” yerran de parte a parte.

Un católico, es una persona con principios. Aquellos que tienen unas ideas, unas normas que rigen no solo el pensamiento sino toda la conducta diaria, y además trata de difundir el mensaje que no es otro, que el de la Verdad, la Justicia, La libertad y el  Amor.

Con qué facilidad podemos caer en el abismo de la pérdida de la fe a poco que no la cuidemos, basta dejar de ir a contracorriente y dejarse arrastrar asumiendo los grandes errores que esta sociedad del tercer milenio nos ofrece. Empezamos a condescender lentamente con ciertas cosas y terminamos justificando cuestiones aberrantes. Aunque muchos lo ignoren la Iglesia, siempre fue la contestación rebelde a la injusticia, guardando con celo el mantenimiento de los valores, y enseñando lo más importante; el auténtico sentido de la vida.

Tenemos la misma misión que la que tuvieron los primeros cristianos. No instalarnos en una tibia neutralidad. Hoy más que nunca el mundo precisa de luz, en las horas oscuras que nos toca atravesar, por eso ahora, la defensa de la subsistencia de cierto orden ético no es una cuestión de curas o beatos, es un inexcusable deber moral de todos porque afecta a todo el género humano. "No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos". Mt 5, 15. 

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1 comentarios

  1. A veces resulta muy dificil ser ese faro que ilumine la oscuridad que estamos viviendo.Saludos

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