Vuelve a Mi
Un año más la Cuaresma llega,
y al utilizar la expresión “un año más” me suena a rutina, a norma, a
temporada, y ante ello me surge una pregunta ¿va a ser esta cuaresma igual que
las otras?... A veces me invade la sensación de vivir los tiempos
litúrgicos del año, como algo establecido y rutinario, como una campaña de moda
que presenta sus novedades.
Algo
así puede suceder cuando la Cuaresma llega a su fin. “¿Habré escuchado lo que Dios
me ha pedido? ¿Será real mi propósito de transformar mi corazón de piedra en
uno de carne? ¿Habré luchado por vivir mis propósitos diarios? ¿Se habrá
instalado en mí, el ansia por vivir el gozo Pascual?"...
Se nos
ofrecen cuarenta días para pensar, reflexionar sobre nuestra existencia,
preguntarnos cuál es el diseño de Dios sobre nosotros, predisponiéndonos a acogerlo
con serenidad, confiando en que cualquier destino que Dios nos haya reservado
no puede ser mas que bien y salvación.
Hoy es
difícil hablar de la Cuaresma como tiempo de reflexión y penitencial; para
muchos es más una tradición que otra cosa, cualquier privación, cualquier obra
buena, cualquier visita de más en una iglesia. Gestos que aparentemente
compensan la incapacidad de “retirarse al desierto” en nuestro interior, de
vivir como protagonistas este tiempo litúrgico, buscando el diálogo directo con Dios.
El
fruto de la interiorización con Dios no se revela en obras que calmen la conciencia:
hago el bien, cuando puedo o como puedo, por lo tanto soy bueno; si Dios está
en nosotros la exhibición no tiene sentido. La Cuaresma renueva cada año la
misma pregunta: "¿Cómo es de auténtica mi vida con Cristo?" Se nos invita a
volver, a convertirnos , al menos a reducir un poco la distancia entre nuestros
pensamientos y los de Jesús. Por eso me ha gustado mucho el lema que el rector
de mi parroquia ha elegido para esta Cuaresma. Unas palabras del profeta Joel :
“ Volved a mi, con todo el corazón” (Jl,2)
Los cristianos tenemos necesidad de vivir esta experiencia de la cercanía de Dios y de su amor para no dejarse abrumar por los criterios culturales del momento, según los cuales Dios y la persona interesan en la medida que pueden ser utilizados para el propio beneficio. Una vez que lo divino y el ser humano no interesan, pueden quedar relegados al olvido como artilugios inútiles, hasta que se considere conveniente reutilizarlos. Esta forma de pensar y actuar está llevando a muchos a despreciar los fundamentos religiosos y las normas éticas para analizar la moralidad de las acciones y descubrir su bondad o malicia.
Pensando en esta "globalización de la indiferencia", fruto del olvido del Dios
verdadero y la creación de nuevos dioses a la medida de cada uno, podríamos
preguntarnos: "¿Cómo soy yo, que me confieso católico y, por tanto, ¿seguidor de
Jesucristo?"
Se nos invita a “irnos al desierto”
para recuperar la dimensión contemplativa, redescubriendo que Dios nos cuida
nos conoce por nuestro nombre y nos busca cuando nos apartamos de su camino . Recuerdo
un testimonio que me impactó ante la
súplica desgarradora de una persona en el vacío y sufrimiento que
experimentaba : “¡Dios por favor, entra en mi vida!” Y ese
grito no me resulta desconocido a lo largo de toda la historia de la
humanidad y de la mía propia. Corazones desgarrados que reclaman atención, que
buscan luz en su oscuridad, razones en su vacío interior. Cuanto de eso en este tiempo de pandemia...
Cuaresma, ¿se me escapará un año más sin haber hecho el intento de transformar mi corazón? ¿Dejaré para mañana el propósito de hoy?... ¿Cuántas Cuaresmas llevo vividas? ¿Cuántas he logrado cambiar un comportamiento, un afecto, un solo defecto, ?... ¿Tendré el valor de renovar el vestuario de mi alma?...¿Voy a volver a guardar todo como está? Una vez más resuena en mí las palabras del profeta Joel : “ Volved a mí, con todo el corazón".
Decía Madre Angelica, fundadora de EWTN :” La fe exige a uno vivir en la oscuridad, seguir a alguien a quien no puedes ver y amar a alguien a quien no puedes tocar”. Es muy interesante detenerse en los tres verbos que usa : Vivir, Seguir, Amar. Son los tres imprescindibles en este tiempo litúrgico.
Estamos a tiempo de transformarnos. Un día, una hora, un minuto, un segundo basta, para decirle a Dios: “ Tú que me has enseñado a rezar a través de tu Hijo, llamándote Padre. "¡Por favor, entra en mi vida! ¡Vuelvo a ti, con todo el corazón!".
3 comentarios
Que bonito! y cuánta razón
ResponderEliminarHe aprovechado a rezar esa oración que nos dejas al final.Saludos
ResponderEliminarun afectuoso saludo Angelo
ResponderEliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.