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¡No temas hermano!


No sé si alguno de vosotros ha asistido a lo que denominan “funeral laico” yo lo hice años atrás y la verdad es que me pareció algo sombrío, allí no encontré esperanza, no había consuelo, todo muy lacónico y sentimental resumido en una hermosa melodía violinística y acabando en la récita de un poema más o menos etéreo del que no recuerdo ni una sola frase, como panegírico hacia el difunto.

Hace un par de semanas me tocó acudir al entierro de un familiar y quedé felizmente sorprendido en un detalle que en otros funerales no me había percatado. No sé si es porque el sacerdote elige la oración entre las varias opciones que el ritual de las exequias propone, o que yo en su momento debí tener “a la loca de la casa en plena actividad ”. En esta ocasión, unas palabras tocaron profundamente mi corazón, me conmovieron hasta el punto de las lágrimas al saborear que estaban cargadas de esperanza, de amor, de confianza. Las encontré hermosísimas y ojalá pueda transmitirlas con toda la belleza y fuerza que entraron en mi alma. Fue en el momento el que sacerdote realiza el rito de la aspersión del agua sobre el difunto: “No temas, hermano, Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado. El Señor te protegió durante tu vida; por ello, esperamos que también te librará, en el último día, de la muerte que acabas de sufrir. Por el bautismo, fuiste hecho miembro de Cristo resucitado: el agua que ahora derramaremos sobre tu cuerpo nos lo recordará.” Os invito de nuevo a leerlas lentamente .

“No temas hermano, Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado”. Guau… Qué maravilla, que consolador y que abrazo de amor resume esta frase. “¡No temas hermano!” …No he dejado de experimentar alegría, gozo y esperanza en esa aseveración. No se me va de la cabeza, y la repito casi como jaculatoria.

A todos nos interpela la muerte, y hace que de forma profunda nos interrogue. Llega el final de nuestro caminar en este mundo, llega el momento de dejar todo y a todos, es la hora de la despedida y eso provoca en nosotros turbación, miedo, duda, la sensación de quedarnos solos invade nuestro pensamiento. Es verdad somos cristianos, y pensamos y creemos en la vida eterna, estamos convencidos del amor de Dios, de su Misericordia, y sin embargo no podemos evitar ese “momento de incertidumbre” por muy breve que sea. Hablo por mí por supuesto, pero creo que más de uno compartimos la misma sensación.

Y la fe insiste en que no tema, que no pierda la confianza. Que anhele a ese Dios al que quiero. Lo escuchamos tantas veces… También yo lo he sugerido en distintas ocasiones. Para dar esperanza. Para que otros no entren en la oscuridad y desolación. Pero yo mismo, ante la posibilidad de que la muerte rondara en mi persona no hace mucho, ante el futuro incierto, ante la enfermedad que se me presentaba, temblé y temí. Lo mismo que hace aquél que no tiene fe. Que poco importantes son los asuntos que días antes parecían irreemplazables, cuando uno se topa que la muerte quiere asomar.

Y San Pablo nos dice: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman” (1 Cor.2:9). Pero es que el mismo Jesús, nos confirmó algo grande: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros.” (Jn 14, 2-3). Es interesante la aclaración que Jesús hace : “si no fuera así, os lo habría dicho”. Y lo más hermoso del relato que abre la puerta de par en par a todas nuestras esperanzas: “Volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”. ¡Qué pedazo de promesa!

La semana pasada asistí de nuevo a una misa de acción de gracias por el alma de una difunta. Sí, si, habéis leído bien, una misa de acción de gracias; su hijo así lo pidió y me conmovió la certeza de este amigo en ese encuentro  de su madre con el Señor. Él ha entendido muy bien la alegría del resucitado, el gozo que nos espera a los que creemos en Él e intentamos seguirle con fidelidad."¡Por su Resurección fuimos salvados!"  y con esa seguridad, lo que cabe es una inmensa gratitud. Alegría esperanzadora que consuela ante el dolor de la separación de un ser querido,esperando el reencuentro en la vida eterna.

Hablaba al principio de la poca esperanza que experimenté en el funeral de un conocido que quiso que en el suyo estuvieran fuera cualquier simbología y ritual católico. Allá en la fría sala del tanatorio, solo pude contemplar el intento de quien dirigía el acto, de situar "un lugar" donde encontrarse con una vida mejor. La música y la poesía eran los instrumentos que el difunto se llevaba a no se sabe dónde. La misa exequial a la que asistí la semana pasada, estaba cargada de certidumbre, de optimismo, de consuelo en un encuentro con el AMOR de verdad. Por eso abusando de vuestra paciencia me gustaría explicar brevemente los dos símbolos con los que se despide al difunto en la Iglesia católica , que me dejaron fascinado ante el significado de lo que estaba sucediendo.

Leí una vez (no recuerdo donde) que el cantante Joaquín Sabina -ateo confeso – manifestó su admiración por la sublimidad de los ritos en la liturgia católica, y comprendo perfectamente que pueda embelesar a cualquiera que aprecie la belleza en este mundo. Los dos símbolos a los que me refiero son : La aspersión del agua y la incensación .

La aspersión con agua es un recuerdo expresivo del bautismo: Este cristiano que inició su vida en Cristo siendo bautizado en la Iglesia. Allí empezó su historia de la salvación. Ahora termina su camino terreno y empieza el definitivo, para el que ya estaba destinado desde el bautismo. "Por el bautismo fuiste hecho miembro de Cristo resucitado: el agua que ahora derramaremos sobre tu cuerpo nos lo recordará".

La incensación viene después de la aspersión, teniendo como simbolismo el respeto y homenaje que el cuerpo del difunto merece, por su dignidad de haber sido templo del Espíritu Santo y estar destinado a la resurrección con Cristo, el perfume que sube a la presencia de Dios como símbolo de nuestra oración encomendando al difunto a la Virgen y los Santos. Pero el incienso tiene también otro sentido importante: el de la ofrenda sacrificial. El cristiano, a lo largo de su vida, ha ido ofreciendo poco a poco a Dios su existencia. Como el grano o el polvo aromático del incienso se quema en el fuego para exhalar el grato perfume, así la vida eterna del creyente se consume en honor de Dios, en el sacrificio continuado de cada día, perfumando a los que están alrededor con su testimonio. Ahora, al final de su camino, el difunto ha rendido la ofrenda total, su vida misma, el sacrificio definitivo, uniendo su ofrenda a la entrega sacrificial de cristo en la Cruz. (La celebración de las exqeuias - J. Aldazábal)

Cuánta tristeza, cuanta turbación e inquietud debe producir, no tener esperanza , no tener el convencimiento de que nuestro ser querido va al encuentro de ALGUIEN que le aguarda con los brazos abiertos para estrecharle y gozar ya sin límites de la eterna felicidad. Nosotros no esperamos la muerte, le esperamos a ÉL , y esa es nuestra esperanza y nuestra alegría , la certeza del encuentro para siempre con Cristo Resucitado.

"No le puede ser al alma que ama amarga la muerte, pues en ella halla todas sus dulzuras y deleites de amor … ni le puede ser pesada y penosa, pues es el remate de todas sus pesadumbres y penas y principio de todo su bien. El alma que ama a Dios, más vive en la otra vida que en ésta; porque más vive el alma adonde ama que donde anima, y así tiene en poco esta vida temporal. (San Juan de la Cruz)".

Os ofrezco hoy, otro vídeo con una bella reflexión.

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4 comentarios

  1. Es realmente consolador cuando pierdes a un ser amado, saber que esa persona amaba al Señor, pidió perdón por sus pecados, fue perdonado, se reconcilió con Dios en Jesús, por su iglesia, y halló finalmente la Paz más profunda y gozosa que se puede llegar a experimentar.
    La fe, la confianza y la esperanza en el Amor misericordioso de Jesús y María nos acompañenen siempre, en todo lugar y ocasión.
    Gracias, Angel
    Dios te guarde

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    1. Gracias Felicitas. No solo consolador, sino que percibes la alegría de Jesús Resucitado, experimentas lo que significó que se venciera a la muerte. Ojalá también nosotros llegados el momento sepamos ver ese encuentro con júbilo. Un abrazo

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  2. Oh qué bonita reflexión sobre la muerte, conozco q tanta gente que no quiere ni oír hablar de ella... Tenemos muy arraigada en nuestras costumbres la cultura de la muerte, más que la de la vida. Pero es que, las personas de fe, creemos que Cristo ha resucitado por eso no podemos caer en la desesperanza, todo lo contrario, tenemos que tener siempre la certeza que la vida en la tierra es un tránsito, aquí comenzamos ya a "paladear" la vida eterna y despedir a un ser querido es un "hasta luego" porque, por la misericordia de Dios, nos volveremos a encontrar.
    Maravillosa la liturgia de las Misas o responsos por los difuntos.

    Gracias Angel, una vez más, remueves e interpelas. Un beso

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    1. Muchas gracias Paula por tu aportación. Justo ayer hablaba con un amigo de como debe ser la desolación que experimentan los que no tienen a donde acudir para encontrar sentido a la muerte de un ser querido. No es de extrañar las escenas de rebeldía que en alguna ocasión seguro que hemos visto. A mí me encanta cuando contemplo que una persona "planea" su funeral con la alegría del encuentro con el Señor. Me viene a la mente el ejemplo de la reina Fabiola de Bélgica, donde quiso que el color blanco dominara, como símbolo de alegría. Un abrazo fuerte

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