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TONTAS Y LOCAS


Recibí un e-mail hace días, donde alguien quería compartir conmigo una carta que creyó podría gustarme, y realmente acertó. Me dejó fascinado,me quedé con hambre de más, así que con generosidad blogera, me envió unas cuantas del mismo autor. Ellas han servido para conocer a un sacerdote ,que solo había visto alguna vez en fotografía, pero que nunca se me ocurrió pensar en relacionarlo, con una  gran vocación de entrega a los demás, por amor a Dios. Tal vez alguno de vosotros no esté en mi caso, pero si tú también desconoces a este sacerdote, te invito a que te adentres en buscar información sobre él. La semana que viene lo traeré al blog. Hablo del Padre Segundo Llorente, sacerdote jesuita, misionero en AlasKa. Os dejo con esta preciosa carta suya.


LEWINSTON (8 de febrero de 1986)
A LAS CARMELITAS DESCALZAS DE MANCERA DE ABAJO. SALAMANCA.
Rvda. Madre Priora:
Me escribió Usted con la duda de que yo le contestase, pues nunca he escrito a las carmelitas de Mancera; pero pocas cosas hay tan agradables como una buena sorpresa. Hoy le llega a Usted el turno, y aquí me tiene a la máquina, tecleando en castellano, la lengua de los mejores místicos del mundo. Y Mancera sabe mucho de esos místicos, porque ahí nada menos empezó a crecer místicamente nuestro santo padre Juan de la Cruz, y por ahí paso la monja andariega Teresa de Jesús. No se olviden de que yo tengo carta de la hermandad con la Orden Carmelitana. No sé si el mismo padre Torres logró alcanzar semejante regalo. Por eso, además de San Ignacio y San Francisco Javier, tengo por patrones especialísimos a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús. Y estoy espiritualmente unido a todas Ustedes. Ténganme pues, por un carmelita más y tráteme como tal.



Me dice que Duruelo y ustedes forman prácticamente un solo convento, pues están a un tiro de piedra de distancia y se comunican constantemente. Bien hecho. Donde uno o dos conventos se juntan en nombre de Jesús, allí está Él en el medio, presidiendo la junta. Con Jesús por Presidente, ¿qué pueden temer? Y si viven sin temores, viven vida de cielo, donde ya no hay temores. El vivir sin temores hace también que se viva muchos años sin enfermedades nerviosas ni úlceras. Por eso, es bien sabido lo mucho que viven las monjas de clausura. Comen poco, duermen poco, hablan poco, trabajan con moderación, viven unidas a Dios, y con esto ven pasar los años como si fueran días, salvo alguna que otra visita al médico, a ver si pasa algo y alguna que otra visita del dentista, a ver si hay alguna muela que dé trabajo. Vida pacífica. También las abejas viven en paz en la colmena, y buenos panales de miel que fabrican. Puede uno pasar junto a una colmena sin oír nada. Y, sin embargo, allí se produce el alimento más dulce debajo del sol. Puede uno pasar junto a un convento de Carmelitas Descalzas sin oír absolutamente nada, si no es acaso las melodías del órgano. Y, sin embargo, en ese convento están acaeciendo acontecimientos poco menos que cataclísmicos: porque en ellos se forjan santidades descomunales, se convierten pecadores empedernidos, y se obtienen del cielo gracias que caen como lluvia mansa sobre la faz de la tierra, y lo mismo fertilizan para el bien, como espantan a los demonios ocupados en el mal.



Un convento de Santa Teresa es algo formidable y tremendo. Cuentan de un padre andaluz que fue a echar una plática a las Carmelitas y empezó así: «Atención todas, que no vengo aquí a predicar a tontas ni a locas». Todas se rieron. El padre cayó en la cuenta y se arrodilló y besó el suelo. Enseguida, todas cayeron de bruces y besaron también el suelo. Con estos actos penitenciales, la plática empezó bien, continuó mejor y terminó de primera. Luego las monjas discutían entre sí si realmente eran tontas y locas. Y con autoridades de las cartas de san Pablo se convencieron de que efectivamente estaban allí atraídas por la locura de la cruz, y por aquello de que lo que para el mundo es sabiduría, para el santo es tontería. Y con eso, el fruto de la plática resultó doblemente provechoso.

El padre Baltasar Álvarez, confesor de Santa Teresa, decía a sus novicios que las religiones son fábricas de santidad y hospitales de heridos de amor de Dios. Eso exactamente son Duruelo y Mancera. Fábricas donde se fabrican Santas con mayúscula, Santas con minúscula debe ser lo común y ordinario; no me vayan saliendo con que se contentarían con salvarse. Santas con mayúscula ya requiere algo más. Si cada monasterio de la Madre Maravillas produjese una de estas Santas, le iría mucho mejor al mundo. Esa Santa tendría que ser otra Teresita del Niño Jesús, por hablar de las santas más modernas. Esa Santa viviría una vida que, al exterior, aparecería como común y ordinaria, aunque exenta de lo que puede acompañar a lo común y ordinario; alguna falta de silencio, faltillas de caridad, algunas quejas de cosas menudas, algo de curiosidad, algún apegamiento a objetos de devoción, algo de testarudez en la recreación, deseo de dominar la conversación, apegarse un poquitín más a una que a otra, etc, etc.



La Santa con mayúscula no cae fácilmente en estas cositas. Ella llora por dentro. Si también llora por fuera, son lágrimas por las ofensas de Dios o por lo que sufrió Cristo en la Pasión o por los pecados propios, o son lágrimas de nostalgia porque se le ha escondido su Amado y la ha dejado con gemido y ella quiere y desea ver a Dios cara a cara ahora mismo. Esta alma llega por fin al estado de puro amor. Ama a Dios con tal puridad que Dios la escoge para hacerla conducto de gracias sin cuento para el mundo. Se suceden normalmente las cuatro estaciones del año y la tierra da sus frutos, y Dios no descarga un castigo sin precedentes sobre el mundo porque la vista de esas almas delante de los sagrarios ata a Dios las manos y no le dejan descargar su ira sobre el mundo pecador. Cada una es otro Moisés, luchando a brazo partido con el Omnipotente. A Dios le gusta luchar de esa manera y hacer como que es Él el que pierde.



Lo que el Eterno Padre más ama es su Hijo. Pues bien, esas almas se han identificado de tal modo con Cristo, que cada una es otro Cristo viviente en la tierra. Entonces Cristo marcha a la cabeza de esas almas y se postra ante el trono del Padre. El Eterno Padre queda totalmente desarmado. Así es Dios. Esas almas sufren mucho. Como la Santísima Virgen, también ellas llevan una espada de dolor clavada en el corazón, y, como Cristo, se ven crucificadas. Pero es un sufrimiento agridulce. Sufrir por Dios es llevadero al que está enamorado de Dios. Este lenguaje es sólo para los enamorados de Dios. Los demás no lo entienden. Las almas cuestan mucho. Hay que sufrir mucho por ellas. Cristo en la cruz es el precio de las almas. Al unirnos nosotros a Cristo como corredentores con Él, tenemos que estar dispuestos a que nos crucifiquen.



Nos decía mi maestro de novicios que a los jesuitas nos martirizan a alfilerazos. Es un martirio muy lento y que dura toda la vida. Alfilerazos. Lo mismo a las Carmelitas Descalzas. La vida común es una serie interrumpida de alfilerazos que sacan solamente una gotita diminuta de sangre. Como cuando al coser se pincha uno con la aguja. La Santa, con mayúscula, sufre algo más que alfilerazos. Dios tiene reservadas para ella noches oscuras que la purifiquen y la dejan humilde, pura, valiente, todo a la vez. Esas almas Santas, con mayúscula, son el embeleso de Dios, que se mira en ellas como en un espejo límpido que le reflejan como es. Dios desde el cielo manda a los Ángeles que las miren y se extasíen en ellas. Cuando mueren, no pasan por el juicio ni tienen Purgatorio; porque ya han sido juzgadas y aprobadas de antemano y se han purificado en el fuego del amor.



Me dirán que no hago más que hablar de generalidades, sin decirles ni pío de cómo me va por aquí. Respondo diciendo que a mí siempre me va bien. No sé por qué será, pero yo me las he bandeado bien por dondequiera que he ido. En Alaska, la nieve era tan blanca y tan pura que se olvidaba uno de que también era fría y hacía tiritar. Aquí, en las montañas roqueñas donde resido, da gusto ver esas montañas llenas de pinos, los que las tienen, o las rocas escarpadas que se pierden en las nubes entre la niebla. Por abajo nos arrastramos los hombres como saltipajos. Cinco días a la semana paso tres horas diarias en el hospital, visitando los enfermos como capellán. Llevo el Santísimo conmigo para dar la comunión a los que veo debidamente preparados. Llevar el Santísimo es una cosa muy seria. Hasta que se acostumbra uno a vivir y moverse en un estado reverencial de adoración y acción de gracias y una carga grande de pasmo ante la humildad de todo un Dios que se deja manejar así y quiere ser así manejado para el bien de nuestras almas. Dios es esencialmente humilde. Así se definió Él mismo: Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón.



Los sábados y domingos ayudo en la iglesia parroquial que tenemos aquí los jesuitas. Lo esencial es tener siempre algo que hacer. Estar unas horas delante del altar sin moverse uno es hacer algo. Es hacer mucho. Es probablemente la mejor obra del hombre. Que no se diga nunca de nosotros que nos aburrimos. Aburrirse, no. Se piensa en Dios y con eso se va el aburrimiento. Pero pensar en Dios no es tan fácil como parece. Pongan ustedes un hombre o una mujer en la iglesia a solas con Dios. Si no tiene práctica de meditar, a los diez minutos se tira por la ventana si halla la puerta cerrada.

Mancera tiene que ser tierra de secano, con un mínimum de árboles y un máximum de sol por el día y un cuelo rutilante de estrellas por la noche. Tierra austera a propósito para una contemplación. Ustedes dentro de las paredes de la clausura, en la huerta, entre el cielo y la tierra pedregosa, dedíquense a piropear al Señor en voz baja para no distraer a nadie. Que su vida entera sea un canto de alabanza a Dios nuestro Señor, un Magníficat como el de la Virgen; y mediten por mucho tiempo aquella estrofa: En mi pecho florido -que entero para Él solo se guardaba- allí quedó dormido –y yo le acariciaba. Hagan eso. Si lo hacen, y aunque no hagan más que eso, serán ustedes coros angélicos en carne humana que atraerá las bendiciones divinas sobre este mundo empecatado, confuso, ciego, pobre de recursos sobrenaturales. Ustedes son importantísimas en la creación. Sin ustedes, y sin otras como ustedes, Dios ya habría destruido a este mundo de un manotazo omnipotente. Por eso, a ustedes las deben de mantener los pueblos, para que ellos sigan viviendo.



Dos o tres veces al año pidan por mí. ¿Por qué nada más que dos o tres veces? Para que en vez de mi pobre nombre, sea el Nombre de Jesús el que esté constantemente en sus labios y en sus corazones; ese Nombre que es sobre todo nombre. Y digan a la Santísima Virgen que me proteja y defienda en vida y en muerte y hasta unas horas después de muerto. Y yo haré lo mismo con Ustedes. Y a ver si caemos cerca en el cielo para vernos allí las caras, ya que aquí seguro que no nos las veremos. Y salúdenme a las de Duruelo, que para mí son como ustedes. Las bendice a todas su hermano en Cristo y padre. Segundo Llorente, S.J.

¡Alabado sea Jesucristo!

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18 comentarios

  1. Gracias,muy interesante,no lo conocía Angelo.

    Un cordial y cariñoso saludo.

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  2. Sin comentarios.
    Gracias por compartir tan extraordinaria carta.
    Ojalá todas las contemplativas seamos lo que el mundo (algunos al menos) piensan de nosotras.
    Pedid para que así sea.
    Dios te bendiga.

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  3. Conmovido quedo. Sin palabras también. Aquí hay mucho. Gracias infinitas. ABRAZOS.

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  4. Gracias, Ángel por esta carta. Trae recuerdos maravillosos de esos días de desierto que pasé este año en Duruelo.
    A mi hijo y a mi nos atrae mucho el P. Llorente.

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  5. ¡¡¡¡MAGNIFICA!!!!!, sobre todo porque habla desde el mismo Amor y la misma vivencia de Dios.

    Gracias y busco más del P. Llorente.

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  6. Vaya maravilla Angelo ya nos seguiras informando una abrazo y gracias que el Señor te bendiga siempre siempre

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  7. Que decir sólo gracias mil gracias que el señor nos conceda la gracias de ser verdaderas casa de oración y nuestra vida sea una constante predicación sólo gracias gracias me encomiendo a sus oraciones muy unidos en oración

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  8. Hola Angel!, wow!, esta buenisima la carta, llena de anecdotas, consejos y cosas interesantes...esta muy larga, no la puedo terminar porque Ponchito ya se esta despertando :( ...jejeje...pero la terminare y ademas averiguare mas sobre este sacerdote. Un abrazo!

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  9. Angelo,
    has dado en el blanco... es un post realmente precioso y preciso!!! Gracias!!!

    Mi Carmelo querido!!!!

    Que nuestra Madre te abrace muy fuerte,

    Inés María

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  10. Buenás tardes Ángelo. Carmelitas y Jesuitas, vaya cóctel más bueno. Me gusta mucho el tono general pero desconoce que ellas cuanto te toman por hijo no piensan una ni dos veces para pedir por ti, no es así, es un pensar y ser maternal, constante,madres y esposas, tú siempre estás, es decir, ellas son tus madres siempre y en toda obra con tanto amor a su amado estás beneficiado.
    Sé bien lo que digo porque soy hijo del Carmelo, finalmente si alguna vez lo nombran no lo separan del de Jesús.Cima del monte.Un abrazo.

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  11. Hermosa carta.
    He leído al P. Segundo Llorente.
    Gracias!!
    DTB!!

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  12. Se me olvido decirte, se ve muy bello tu blog!!

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  13. Tengo el placer de conocer a varias monjas de clausura, Carmelitas Descalzas y Hermanas de la Cruz y puedo decir que son personas maravillosas. Al tratar con ellas uno se da cuenta lo cerca que están del Señor... y lo lejos que estoy yo.

    PD: Tu cambio de diseño del blog me ha animado a cambiar un poco el mío.

    Un abrazo hermano.

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  14. Preciosa carta, y muy llena de verdades. Gracias. Una bendición.

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  15. Que impresión lo de los pinchazos de alfileres.
    Al no ser un martirio de golpe, se necesita mucha fortaleza para aguantar un día y otro y otro
    Y no se tiene el consuelo de la "compasíon y apoyo " del prójimo

    Que impresión lo de los pinchazos.
    Pensaré en ello cuando vea a un religioso sin aparentemente "grandes dificultades y problemas"

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  16. ¡Que hermosura de entrada! como no tengo tiempo he vuelto varias veces
    para meditarla.
    ¡Muchas gracias!
    Dios te bendiga.

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  17. Qué hermosa es esta carta ¡y las fotos!!
    Podemos llegar a pensar en algún momento que acontecimientos cataclísmicos son los que se viven fuera actualmente por lo que nos dan ganas de irnos corriendo a un convento. Pero S. Llorente sabía bien que la vida en clausura tiene muchos sacrificios. Con cuánto amor y empatía escribió. Me imagino a las monjas leyendo y gozando con la carta.

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