Aunque todos lo hagan... (1ª parte)
Miro atrás y añoro una de las funciones principales de los medios de comunicación que consistía en favorecer el diálogo entre personas con ideas diversas. No sé si lograré plasmar lo que quiero decir en este post. Un amigo querido me propuso tocar el tema que esta semana presento. No va a resultar fácil para mí hacerlo. Como decía una de mis hijas en una tertulia familiar “hoy casi ni te atreves a sacar según qué tema, porque enseguida se te echan encima” Hay una cita de Sartre que dice : “Cada palabra tiene consecuencias pero cada silencio también” . Uno empieza a estar hasta el gorro de tanta mentira, de tanta gilipollez, de tanta mediocridad, de tanta mezquindad, de tantas corrupciones, de tantos y tantos rifi-rafes, con los que nos topamos al echar un vistazo a la forma con la algunos quieren dirigir nuestros pensamientos y toda nuestra vida.
Seguramente el texto compartido lo divida en dos partes, porque me da la impresión de que me voy a alargar más de lo habitual.
Todo ha cambiado mucho. Las opiniones
son analizadas con sospecha cuando no se comparte la misma visión de las cosas.
Muchos de los que tienen los puntos de vista más radicales hacia donde debería
ir nuestra sociedad se oponen a la idea de tener que lidiar con quienes no
están de acuerdo con ellos. Expresar una opinión disconforme en determinados
ámbitos significa arriesgarse a ser “injuriado, mancillado, desprestigiado,
menospreciado, denostado y todos los calificativos peyorativos que puedas
encontrar en el diccionario, en algunos casos por desgracia toda animadversión
ha llegado a grados de odio tal, que incluso la vida, la serenidad personal y
la reputación se han puesto en riesgo.
Los medios de comunicación de hoy que
en su día canalizaban el desacuerdo se han convertido en la actualidad en el
tribunal que marca lo “políticamente correcto”. Hemos normalizado todo tipo de
actitudes solo por el miedo a ser tachados de radicales. En esta encrucijada
de caminos engañosos, en estos tiempos de gran confusión, es precisamente
cuando más necesario se hace clarificarse y significarse.
Asistimos a una globalización
progresiva y al peligro de un pensamiento único cada vez más imperativo. Todo
se ha vuelto "global", pero ¿estamos seguros de que afecta a los
distintos aspectos de la vida sin distinción?
Como decía al principio no es fácil
escribir sobre lo que quiero hoy, porque sé que algunos se lanzarán a llenarme
de etiquetas con los calificativos originales que muchos han archivado como
arsenal a lanzar: “Carca, retrógrado, facha, homófobo, machista… “basta
darse una vuelta por las redes sociales y ver la cantidad de “etiquetas” puestas
sin conocer a la persona, únicamente por ofrecer su opinión sobre un tema y digo
“ofrecer” no “imponer”.
Los que me conocen saben quién soy, y
no me caracteriza ninguna radicalidad, todo lo contrario, miro a las personas
como son, sin etiqueta alguna. No seré yo quien juzgue a alguien por lo que vea
en ella o su manera de vivir. La lucha diaria por ser coherente con las
enseñanzas de Jesús, a menudo me hace volver mi dedo índice sobre mí mismo y no
sobre los demás. Hay cosas que duelen, cansan hasta el hastío y entristecen y
una de ellas es asistir a la implantación tiránica del pensamiento único,
desterrando la diversidad y la tolerancia que se demanda justamente por las
partes que siembran confusión y engaño. Podría poner muchos ejemplos, me detengo en uno.
Ya hace meses que aparece un anuncio
publicitario que invita a comprar un preservativo, mostrando a distintas parejas
testimoniando las aparentes maravillas que produce usarlo. Cada uno que
publicite lo que quiera, pero usar el anuncio para sembrar ideología me parece
deshonesto, engañoso e inmoral, aunque esto último creo que ya importa a pocos.
El anuncio acaba con dos personas del mismo sexo donde la frase final que menciona uno de ellos es :“produce más
placer, que es lo que importa” . No es baladí dejar para lo último a esta pareja . Es la imagen y el mensaje que se queda grabada en nuestra mente sobre el anuncio; y la frase está puesta
con toda la intención. No hay lugar para el amor. “lo que importa es el
placer” ese es el mensaje real del reclamo y nos lo tragamos tal cual.
A través de la repetición persistente,
nos hemos acostumbrado a la idea de que todos estos conceptos son síntomas de
libertad y progreso. Nos zampamos el mensaje de que “hay que progresar “como si
los valores morales se estudiaran en laboratorio, buscando mutaciones. Se han introducido en nuestra
vida cotidiana y ya nos parecen “normales”, cuando no lo son. "
La lista de estas demandas se mantiene no porque interesen los derechos humanos o los intereses de un grupo. Detrás hay un lobby potente lleno de objetivos radicales (económicos principalmente) retratando de forma virtuosa a quienes los apoyan, mientras que los críticos son catalogados de atrasados, intolerantes y reaccionarios al “progreso común”.
Lamentablemente toda la ideología sexual
que se ha instalado en esta sociedad hedonista es solo un menú de “derechos
progresistas” que intentan cambiar la realidad. El derecho a elegir (que no es
tal) y toda la teoría de género
perfectamente organizada sin necesidad de discusión pública. Hasta se han
apoderado de algo perteneciente a cada ser humano. Hoy día
ver un arco iris es relacionarlo con toda la ideología de género. Un signo más
de como se roba la normalidad y se implanta en el adoctrinamiento. Preguntemos
a cualquiera, que le sugiere el arco iris y obtendremos casi la misma respuesta
en todos los interrogados… Ahí lo dejo.
Tengo algunos amigos "catalogados como gais” y no me gusta nada la etiqueta, porque resultaría ridículo también decir “es
hetero” como si fuera lo principal que caracteriza a una persona, cuando es presentada. No va a ser
lo que decida la forma de relacionarme con alguien. En este caso, podría decir
que son personas que sienten atracción hacia otras de su mismo sexo. Disfruto de
su riqueza como semejantes, como cualquiera de mis amigos, no los pongo en una
columna etiquetados a un lado según su orientación sexual para hacer distinción
en mi trato con ellos (que en la mayoría de los casos me dan mil vueltas en
coherencia y respeto) y no conozco a ninguno de ellos que esté de acuerdo con
las premisas que el lobby gay impone. Y
sí , ellos también me hablan donde colocan el valor de la familia, la
importancia de un padre y una madre, su genitalidad y lo que viven como amor
real. Y los he visto mostrar su enfado ante la caricatura que de ellos se hace en
el día del orgullo gay, en una exhibición pomposa y denigrante (incluso ante
niños) que nada tiene que ver con los derechos, respeto y dignidad que
justamente reclaman. Es este lobby LGTB, quien se obstina en las etiquetas y
distinciones bajo la capa de la tolerancia y aceptación, con una agresividad
imponente ante la simple insinuación de una discrepancia con ella . Por eso lo que hoy me hace escribir este post
surge de esa “injusta normalidad” que quieren imponernos. De ese lobo que se
viste de cordero para ganarse a las ovejas.
Uno de los diarios de los considerados
de izquierdas publicaba hace poco unas estadísticas que para nada hablan de la
impresión que esta sociedad parece tener como normal. El 93,9% de los españoles se declara heterosexual, según la
encuesta sobre relaciones sociales y afectivas en tiempos de pandemia de la
covid-19 publicada por el CIS. Pero ese porcentaje cae 11 puntos, hasta el 82,7%, entre
los jóvenes de 18 a 24 años. En dicha franja de edad, la más joven de las seis
que recoge el sondeo, el 13,2% se declara bisexual y el 3,2%, homosexual. No sé
que pensaran otros colectivos de minorías que ni siquiera se les permite alzar
su voz y pienso ahora mismo en los discapacitados que siguen marginados y con
dificultades para acceder a una vida digna. O aquellas personas con
enfermedades raras que no pueden acceder a su curación porque no son rentables
económicamente. O los mendigos que aún encontramos en la calle sin que ningún
ayuntamiento se interese por ofrecerles dignidad, o… Estoy seguro de que
podríamos mencionar minorías que conocemos de cerca, que pasan desapercibidas
en una vida llena de sufrimiento y abandono.
(2ª
parte, mañana)
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