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Vivir Hoy

Y dejo el tormento del pasado, para dejar paso a otro fantasma. Cuanta fantasía y pérdida de tiempo dirigida hacia el futuro… cuánta paz robada; Cuanto miedo, cuánta congoja.

¿Por qué rechazo la serenidad el momento presente? ¿Por qué no se ver lo que me regala cada segundo del presente? No hago más que angustiarme por lo que será mañana. Todo se convierte en problema, en un camino tortuoso que ni siquiera he visto: la salud, la casa, el trabajo, la vejez, los hijos, los parientes, la política… ¿Por qué ese empeño en vendarse antes de que la herida se produzca, en pensar mil actuaciones y soluciones que ni siquiera se aplicarán?

¿Cómo puedo saber lo que ocurrirá mañana Cuando cada evento será determinado por factores que hoy son imprevisibles y desconocidos? No quiero perder el tiempo buscando en el laberinto de tantas combinaciones posibles. Tengo que pensar en el hoy. ¡Tengo que vivir hoy!

¿No es más real vivir con empeño y paz cada hora, como si fuese la primera, como si fuese la única, como si fuese la última? Para el afán de esta jornada, ¿Acaso Dios no está cerca de mí, con una Providencia que se adapta y es proporcional a mi necesidad del momento?... En el presente, no hay fantasmas.

El Evangelio me garantiza esta Presencia Providencial, que me invita a confiar sobre todo en Dios, que es Padre. Me asegura que nada podrá faltarme si sé buscar, antes que nada “Sus Cosas”. Tengo que aprender a llamar a Dios , ¡Padre! Especialmente en la hora del dolor, en el que tengo solo dos caminos para escoger: uno en bajada, que lleva a la desesperación y al rechazo. El otro en subida, que con dificultad conduce a Su consuelo y esperanza.

Nada es más importante, nada es más precioso en mi vida de sufrimiento, como que éste sea aceptado con humildad, soportado con paciencia, ofrecido con amor. El Señor está cerca, aunque aún tal vez no lo sepa. Nada en mi vida ocurre por casualidad: Dios no quiere el mal, es más ¡lo prohíbe! el mal solo habita en el hombre y muchas de sus consecuencias pertenecen a la libertad que nos ha sido concedida. "Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio"(Rm 8,28)

Dios no es ajeno a mi dolor, que ha previsto para mí, que con sabiduría sostiene de una forma Providencial adaptada al momento. Quien sufre con Cristo, vence siempre. Quien sufre sin Él está solo para llorar.


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2 comentarios

  1. Gracias a Dios que está a mi lado y me sostiene puedo superar mi dolor ante la muerte de mi marido.Saludos

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  2. Buenas tardes ,gracias por compartir estas palabras naturales y savias ,gracias un abrazo,la paz en Cristo.
    No dudar nunca de la Mor de Dios.

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