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Esperanza perdida

 



Algunos de los que aquí me leen, habrán recibido alguna vez un deseo que a menudo suelo manifestar con ocasión de alguna celebración especial personal, cumpleaños, fin de año, etc. Mi mensaje lleva consigo el anhelo de que las esperanzas perdidas se renueven con ilusión.

La esperanza, segunda de las virtudes teologales (o sea que tiene a Dios por objeto directo, por decirlo de forma sencilla). La esperanza, el deseo de alcanzar a Dios. Él nos llevará a su lado tras esta breve y fatigosa prueba terrena. Si puedo expresarme así, la esperanza es la fe que se hace deseo y casi un anticipo de la realidad futura. La espera de esa herencia que Dios nos ha preparado. No sé cuántas veces lo he escrito, pero es que las palabras de San Pablo llenan de optimismo aquello que nos espera: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman”.(Cor 2,6)

Eso es lo que a veces se nos olvida de tener esperanza. Ella tiene como objeto aquello que no se ve pero que aguardamos con perseverancia, sabiendo por la fe que ahí estará nuestra verdadera felicidad.  Es un don de Dios, un camino de gozo a pesar de las inevitables pruebas de la vida. Creo que para nosotros los cristianos es algo esencial, basta asistir a un entierro para darse cuenta del vacío que experimentan los que no esperan nada… En esta sociedad inmersa en un aplanamiento materialista y crisis existenciales entre jóvenes y viejos, la esperanza genera una rica variedad de comportamientos que son indispensables para el desarrollo de la vida divina en nosotros.

Me gustaría dejaros hoy una historia que leí hace tiempo y que hoy viene al pelo compartirla

Existían millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas y azules. Un día inquietas, ellas se acercaron a Dios y le dijeron:

- Señor Dios, nos gustaría vivir en la Tierra entre los hombres.

- Así será hecho, respondió el Señor. Os haré a todas vosotras pequeñitas, como son vistas para que podáis bajar a la Tierra.

Cuéntese que, en aquella noche, hubo una hermosa lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños y la Tierra quedó maravillosamente iluminada.

Pero con el pasar del tiempo, las estrellas resolvieron abandonar a los hombres y volver para el cielo, dejando la Tierra oscura y triste.

- ¿Por qué habéis vuelto ? Preguntó Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo.

- Señor, no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allá existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia.

Y el Señor les dijo:

- ¡Claro! Vuestro lugar es aquí en el cielo. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, nada es perfecto. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece. Después que llegaron todas las estrellas y verificando su número, Dios habló de nuevo:

- Nos está faltando una estrella. ¿Será que se perdió en el camino?

 Un ángel que estaba cerca replicó:

- No Señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor.

- ¿Qué estrella es esa? Volvió Dios a preguntar.

- Es la Esperanza Señor. La estrella verde. La única estrella de ese color.

Y cuando miraron para la Tierra, la estrella no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de muchas personas. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita tener es la Esperanza. Dios ya conoce el futuro y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será el futuro.

Hoy una vez más quiero insistir en mi deseo de que renovemos todas aquellas esperanzas que hayamos dejado caer, en el camino pedregoso que a veces nos toca atravesar.

Tengo en mi libreta de frases célebres ,un pequeño texto de Václav Havel que habla de ella y que podría resumir muy bien lo escrito. Finalizo con él, animando a todos a tener la esperanza como compañera, todos los días de nuestra breve existencia.

“La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte.”

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3 comentarios

  1. Gracias!!!! Qué importante es no perder la esperanza en estos momentos que vivimos. Me ha venido genial leer este post. ¡Gracias!

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  2. Donde estaría yo si no hubiera tenido esperanza, es lo que más me hace falta en estos momentos.Saludos

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