No está ausente
Leemos en el libro del Apocalipsis
: “Y uno de los ancianos me dijo: «Estos que están vestidos con vestiduras
blancas, ¿Quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respondí: «Señor mío, tú
lo sabrás». Él me respondió: «Estos son los que vienen de la gran tribulación:
han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. (Apocalipsis 7,
13)
Atravesar “una gran tribulación”
También nosotros nos encontramos aún dentro de ella, desencadenada
por el virus, que nos cogió por sorpresa y que nos tiene todavía en alarma. El Covid
está siendo una dura prueba, que en poquísimos días, derrumbó el equilibrio y
los hábitos que nos ofrecían seguridad. Nos hemos encontrado confundidos,
desorientados, perdidos como si de un naufragio se tratara. Seguimos
encontrándonos dentro de “una gran tribulación” que pone a prueba nuestra
serenidad interior, la espontaneidad en los encuentros, los equilibrios dentro
de las familias, las garantías laborales y económicas, cualquier proyecto y
programa para el futuro.
Para nosotros los creyentes ,
también hemos notado sacudidos nuestros cimientos de fe, la Iglesia ha visto
interrumpida de forma brusca cualquier forma de vida comunitaria como nunca
antes había sucedido. Gracias a los avances tecnológicos la forma virtual ha
tenido que implantarse en la mayoría de los casos para vivir los sacramentos
desde la distancia y las dispensas. Todo parece haberse convertido en incierto,
teniendo que vivir al día.
Estamos dentro de un tiempo de
tribulación, en la que se pone a prueba nuestra débil fe, y que quiere sacarnos
del entumecimiento espiritual. Nos pone un poco, como los apóstoles cuando
fueron salvados por Jesús en el lago durante la tormenta. Se sentían
abandonados por Jesús dentro de una barca frágil para afrontar aquel vendaval.
Pero Él estaba cuidando de ellos, poniendo a prueba su fe.
Esta pandemia es parecida a una
tormenta que destruye todos nuestros puntos de referencia, nuestras
seguridades. Dentro de ella, experimentamos que Jesús nos está pidiendo, como a
Pedro, renovar nuestra fe en Él, aún si parece difícil encontrar su mano para
agarrarnos. Creer en Él significa precisamente eso, no tener otra seguridad que
su mano extendida hacia nosotros. La misión de cualquier cristiano es señalar a
Jesús, crucificado y resucitado. Él que derramando su sangre nos inunda con su
Amor. De este Salvador tiene necesidad el mundo de hoy, probado en el cuerpo de
la pandemia y en el agotamiento espiritual y moral, aún más corrosivos.
Pienso en los dos discípulos de Emaús, convencidos de que no habían encontrado a Jesús y por ello su desilusión y la tristeza que se apoderó de sus corazones. Cada persona hace experiencia de tristeza cuando ve caer en la nada su esperanza puesta en las personas, proyectos, promesas. Pero hay una tristeza particular similar a la de los discípulos de Emaús, y es la poca fe. Todos la experimentamos en algún momento. Al leer sobre Jesús o al oír hablar de él no nos toca el corazón, podemos presentarlo incluso a los otros, pero advirtiendo en nosotros un sentido de rutina, de cansancio, como si habláramos de alguien que se ha convertido en extraño y eso es un signo de que se está produciendo una distancia espiritual. Nuestra relación de fe y de amor con Jesús se ha debilitado. Esto deja en nosotros un vacío sepulcral. También nos hemos convertido en “ necios y torpes para creer” (Lc 24,25)
La prueba de la pandemia puede
hacernos encontrarnos con la verdad dentro de nosotros y advertirnos de que tal
vez se ha posado en nuestro corazón el cansancio y la tristeza en la fe. Si así
fuera es el tiempo de un despertar espiritual. Se puede caminar con Jesús y no
darse cuenta de ello. Le sucedió a los dos de Emaús, los cuales deseaban
encontrar a su Maestro pero no lo reconocieron.
Quisiera acabar mi mensaje con
esa esperanza que la fe siempre nos trae para aquellos que confían. No es
nuevo, de hecho lo he compartido más de una vez en el blog. Debemos salir de
nosotros mismos, volcarnos en los demás porque es donde el amor encuentra su
plenitud. Podremos culpar al Covid 19 de muchos y dolorosos acontecimientos,
pero el Amor vence todo. Un año más os
dejo con la oración de Santa Faustina Kowalska como guía para el 2021. ¡Ánimo, Él está con nosotros!
Oh Señor, deseo
transformarme todo en tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti
Que tu
insondable Misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
Ayúdame , oh
Señor
Haz que mi
ojos, sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las
apariencias,
si no que
busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
Ayúdame, Oh
Señor
a que mis oídos
sean misericordiosos, para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo,
y no sea
indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, Oh
Señor
a que mi lengua
sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de mi prójimo, si no que
tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, Oh
Señor,
a que mis manos
sean misericordiosas y llenas de buenas obras, para que sepa hacer solo el bien
a mi prójimo, y cargue sobre mí, las tareas más difíciles y más penosas.
Ayúdame, Oh
Señor
a que mis pies
sean misericordiosos, para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo,
dominando mi propia fatiga y mi cansancio.
Ayúdame, Oh
Señor
a que mi
corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los sufrimientos de mi
prójimo, a nadie le rehusaré mi corazón, seré sincero incluso con aquellos de
los cuales, sé abusarán de mi bondad, y yo mismo me encerraré en el
Misericordiosísimo Corazón de Jesús , soportaré mis propios sufrimientos en
silencio.
Que tu
Misericordia, Oh Señor mío, repose dentro de mí
¡Jesús confío en Ti!
6 comentarios
He perdido demasiado con esta terrible pandemia pero gracias a Dios la esperanza sigue a mi lado y no me abandona. Le doy Gracias a Dios por la fuerza que me da para poder afrontar mi realidad y me uno a tu oración.Saludos y FELIZ AÑO NUEVO
ResponderEliminarPara nuestra fortuna así es.
ResponderEliminarUn abrazo Angelo.
Te cuento: el otro día se me murió mi cachorro y yo no estaba para muchas historias. Fui a misa porque toco el órgano y canto. Y decidí solamente ir pero no estar. O sea, que yo toqué, porque eso no se puede disimular, pero canté en tono normal y no participé de la misa más. Estuve callada. Cansada y aburrida de todo y pensando en la chorrada que es creer.
ResponderEliminarTambién razoné que había una señora pidiendo a la puerta. Tiene móvil. Me planteé ponerme yo a la puerta a ver si me caía algo. El 21 murió mi perro, y aún tengo que pagar los gastos de su enfermedad a la veterinaria. El día 2 murió el cachorro que teníamos hace 5 días.
Para colmo, la gente ni siquiera me preguntó que qué me pasaba. Me fui de la iglesia con un sofocón importante, pensando que si colocaran un robot, les daría igual.
Así que ayer, no fui a la iglesia, por hartazón. Y me encontré con una parroquiana que me dijo:¿No vas a misa? Nos alegras la misa. Y yo contesté: Pues me contratáis y ya está. Si me pagan voy todos los días y alegro la vida a más gente.
Os cuento que el oír a la gente rezar me sirvió para reflexionar
Por cierto, Feliz Año
ResponderEliminarGracias por esa hermosa imagen de Jesus sonriendo ¿de donde es? y por la oración
ResponderEliminarEs una obra del pintor Greg Olsen. Un saludo y gracias por el comentario
EliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.