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Centinela de mi hermano


"¡Mejor no entrometerse!" Justificamos nuestra "insensibilidad" diciendo que nuestra intervención podría ser juzgada como una invasión de lo ajeno, que daña la privacidad y, al continuar con este paso, nos volvemos un poco indiferentes, nos tranquilizamos convencidos de que lo importante es la libertad del otro.

Leía hace unos días unas palabras del libro de Ezequiel, cuando Dios se dirige a él para recordarle su misión: “Te he puesto como centinela para la casa de Israel” . Le hace responsable del cuidado de su pueblo. Vale la pena reflexionar sobre la responsabilidad de velar por otro, de ser “su centinela” … ¡qué gran cometido!

El centinela es el que permanece despierto, mientras los demás duermen, listo para dar la alarma de cualquier peligro que pueda presentarse, la vida de quienes le son confiados, depende de ella. Me vienen en estos momentos otro de los pasajes hermosísimos del evangelio, cuando Jesús explica la parábola de la oveja perdida, como deja a las otras para ir en su busca. 

Como discípulos de Jesús nos pertenecemos unos a otros, estamos unidos por un solo destino de salvación, que nos hace responsables de nuestros hermanos. Cuando desde nuestro corazón brota la palabra hermanos y hermanas es porque tenemos el deseo de “cuidar verdaderamente los unos de los otros”, aunque nuestros vínculos no sean de sangre, ni de convivencia, esa responsabilidad es sobre todo para el crecimiento del hermano; ¡no deberíamos ser un grupo de personas donde cada uno busca salvarse, sino una comunidad salvadora, liberadora, de crecimiento cuidadoso! “Te he puesto como centinela” es decir, como un guardián, no un vigilante lejano, sino alguien comprometido con el bien de los hermanos, sin descuidar el deber que tenemos de unos para con otros.

Recuerdo la primera vez que después de casado, me invitaron a un retiro espiritual, y no precisamente por el contenido que se ofreció. Tengo que confesar, que ni me acuerdo de la reflexión propuesta. Pero sí ocurrió algo para no olvidar: La acogida que me dispensaron.

Volví a casa deseando volcar mis sentimientos ante la experiencia vivida, compartir los frutos de ese momento que tantas veces había rechazado con mil excusas vencido por la desgana. Pues sí, queridos amigos, la gran protagonista del encuentro, fue la acogida. Jamás me había sentido tan solo en un lugar con tanta gente. La leve sonrisa que me ofreció, el que me abrió la puerta, fue el acto más amable que recibí. “Vengo al retiro ...– Ah vale, pase".

Un grupo de hombres hablaban animados en un pequeño grupo. La persona que me abrió la puerta había desaparecido, y yo me encontraba disimulando que me interesaban los cuadros y libros que allí se encontraban. Fueron llegando más, pero yo seguía solo. Nadie me dirigió una sola palabra, ni tan siquiera un gesto de saludo. Deseaba ardientemente que empezara el retiro y salir de aquella incómoda situación. En un momento nos invitaron a pasar a la capilla y me serené. Mientras el sacerdote nos daba los puntos de meditación, mi mente estaba todavía en el vestíbulo del edificio. No podía entender que de una treintena de hombres, que se conocían entre sí, ni uno solo se interesara por quien era el nuevo. ¿O es que no me veían? …Pensé que al acabar el retiro, sí vendría alguien a mi encuentro para que volviese de nuevo. Me quedé esperando y yo seguía siendo invisible para todos. Decidí marcharme. Volví a casa con tristeza y sin ganas de repetir.

Es muy fácil ser amable y cariñoso con los conocidos, con los que piensan como nosotros, con los que nunca nos llevan la contraria, con los que viven en nuestro estatus social, con los que tienen el mismo carisma dentro de la Iglesia, con los que…

¿Somos conscientes de nuestra responsabilidad de centinelas del hermano?  No podemos dejar a nadie al margen. Tanto si viene como si se va. Debemos abrir los brazos de par en par cuando alguien nuevo viene al encuentro, ofrecerle la oportunidad de conocerle, de que nos conozca, de romper sus temores ante lo desconocido. Y de la misma forma , salir al encuentro , interesarnos por el hermano que decide abandonar, conocer sus motivos, escucharle. Si nos es así, lo que sobra en nuestro vocabulario es la palabra “hermano”.

Nuestra acogida debe ser la del amor, la de la alegría, la del servicio. Nuestro desvelo debería ser el crecimiento de nuestro hermano.  Es tristísimo ver a una persona sola en un grupo, simplemente porque es nueva y no se le conoce o porque inconscientemente se le aísla porque no forma parte del "grupito de confianza", o porque salen a flote los prejuicios sobre ella. Y es muy triste ,que nadie se interese por el que ya no desea compartir en comunidad su fe. ¡Es Jesús! Y hasta que no sepamos verlo…

Si la Puerta del Corazón está abierta a Cristo, lo está para todos sus hermanos. Estén lejos o cerca. 

Incluso los que comen del mismo Pan, olvidan amarse como hermanos y como mucho se tratan como vecinos... falta calor, falta Fe Viva que Abrase.

¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?...

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2 comentarios

  1. Uyyyyyy cuanto me suena esto.... podria ponerle nombre y apellidos a ese grupito de hombre con los q te reuniste , pero ya que tu no lo has hiciste, tampoco lo haré yo.

    Cierto lo más importante es la acogida, ese calor humano, esa sonrisa para recibir al desconocido, ese acercarte y preocuparte por quien es... resumiendo, hacerle sentir importante.
    Encontrarte solo en un lugar asi y en un encuentro asi, es señal de que lo que alli sucede es ficticio y superficial. Cristo no entró aun en el corazón de eses hombres.
    Lo de siempre, la raiz del pecado... falta de amor!!
    Y en ese ambiente que describes, si hay algo que falta de verdad es AMOR. Y me voy a quedar aqui porque si me embalo, no paro...

    Feliz comienzo de año!! Un abrazo!!

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  2. Que tristeza se siente cuando esperas un recibimiento afectuoso y te encuentras todo lo contrario, te invade una soledad extraña a la vez que te das cuenta de que no vales nada ante esas personas que creías te iban a acoger con alegría.-Saludos

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