Dejarse cautivar
Me detengo hoy en la llamada de Jesús a sus primeros discípulos. "Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: -Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él". (Mc 1, 14,20) Pienso en la cara que se les debía quedar al oír que le siguieran, que los haría pescadores de hombres.
Cada vez que leemos el evangelio, podemos pasar por alto las reacciones humanas ante las palabras que Jesús les dirigía. ¿O es que esa sugerencia era lo más normal que podían oír cuatro pescadores?...A mí me hubiera parecido una invitación de alguien no muy cuerdo que se paseaba por allí, sin nada que hacer.
Me imagino la escena ,y pienso en la fuerza persuasiva y confiada que recibía todo aquel que se encontraba con Jesús. ¿Qué debía exteriorizar, para cautivar de esa forma tan profunda? Tengo que deciros que me resulta fácil imaginarlo, porque la primera vez que me encontré cara a cara con san Juan Pablo II, sentí una sacudida en mi interior que nunca antes había experimentado. Ni comparación de lo que pudieron percibir en ese momento cada discípulo elegido.
Cuatro pescadores son invitados a salvar el mundo, ¿o no es ese el mensaje propuesto? Acercar el reino de Dios a los hombres. ¿Cómo podrían haber dejado su trabajo e ir tras de Él, sin la certeza de que optaban por algo mejor? Algo que vieron en la misma presencia de Jesús.
¿No es también para nosotros ese llamamiento? ¿Qué es si no la conversión constante en nuestra vida? Seguir a Jesús presente entre nosotros .Es la fe que empuja a creer como hicieron entonces los que fueron llamados y aún no le conocían.
¿Cuántas veces sentimos esa llamada ¿Nuestra respuesta siempre debe estar fresca. Nuestra fe, nuestro cometido, nuestras palabras y nuestro servicio no pueden estar caducados. El evangelio nos recuerda la necesidad de una vida que acepta la propuesta del Señor, ser testigos creíbles de su trabajo en este mundo. En la cotidianidad de nuestra vida, sin búsqueda de heroicidades, sin avergonzarnos de Aquel al que seguimos. Para ello también nosotros tenemos que estar dispuestos a dejar algo: nuestros hábitos ,gustos, seguridades, comodidad,…
En estos momentos de crisis de valores, urge sentirnos interpelados ante ese camino a seguir. Jesús, vino a los cuatro discípulos como un desconocido, sin nombre. A nosotros- que sí le conocemos-, nos propone cada día la misma palabra : ¡Sígueme!
Doctos o sencillos, viejos o jóvenes, pocos o muchos, ricos o pobres. Nuestra respuesta de hoy debe ser igual que la de aquellos ,que no dudaron en dejarlo todo para ir tras Él. Acaso ¿no le conocemos?...
A veces pienso que me resulta fácil decir sí. Otras, en cambio me parece imposible hasta levantarme por las mañanas. Los que no creen, piensan que siempre estamos llenos de empuje, pero somos débiles como todos. La misma dificultad que tenemos ahora, la tenían los que Le veían con los ojos de la carne. Se trata de fe, sólo de fe. Oír su llamada y seguirle no es fácil cuando hay muchos lazos que te atan y pequeñas cadenas que impiden tu vuelo hacia Él, pero su insistencia es grande, y aunque trates de darle esquinazo, Él te encuentra, te toca el hombro y te recuerda que siempre lo que ofrece es más que lo que puedas perder.
5 comentarios
Te leo siempre. Que Dios te dé salud.
ResponderEliminarSupongo que la mayoría recordareis el texto de Mt 14,22 sobre los discípulos en la barca en el mar de Galilea cuando Pedro deja de confiar y llama a gritos a Jesús.
ResponderEliminarCreo que eso nos pasa un poco a todos, que cuando dejamos a un lado quien da verdadero sentido a nuestra vida, ésta empieza a tambalearse y las cosas se complican aún más.
Demasiadas situaciones de todo tipo acontecen en nuestro caminar diario y en más de una ocasión nos ha surgido el interrogante de cómo seguir andando sobre todas esas olas. Pero cuando estamos seguros de quien nos mira y sostiene nuestra mano, entonces las cosas empiezan a cambiar, que no significa que desaparezcan, pero sí su perspectiva.
Él nos invita a mantener la vista alta, a mirar hacia delante porque en medio de la tormenta siempre surge la duda y el temor, pero no olvidemos que nunca deja de extendernos su mano si nosotros la queremos coger.
Nos dice y recuerda: “Estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”.
En nosotros está no bajar la mirada para evitar ahogarnos…
Estimado Ángel, un fuerte abrazo.
Ay querido Ángel has dado en el clavo, el que no cree piensa que otros lo hacemos porque nos resulta fácil y sin embargo, hay veces que cuesta demasiado, pero Jesús si nos conoce hasta la juntura de nuestros huesos, sabe de qué pie cojeamos y a pesar de todo nos llama una vez y otra, aunque no respondamos siempre a esa llamada, Él insiste... y aunque sea a trancas y barrancas volvemos a seguirle porque nos asiste con su gracia.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido amigo, por traernos una reflexión tan auténtica, me ayuda mucho en estos momentos de mi vida.
Un beso con el cariño de siempre
Gracias.
ResponderEliminarQué maravilla Angel, hasta hoy no lo he podido leer con detenimiento, estas últimas semanas han sido un no parar de cosas que me han dejado poco tiempo libre para poder disfrutarlos.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con lo que planteas en tu reflexión, el Señor llama, nos sentimos interpelados y tocados, respondemos desde nuestra libertad afirmativamente, queremos seguirle, queremos trabajar por su reino, pero nuestra carne débil, a veces, nos juega malas pasadas y no damos la talla en ese seguimiento. Nos levantamos con las herramientas que El mismo nos facilita y vuelta a empezar porque en nuestra debilidad El nos hace fuertes. Y con la perseverancia, sin bajar la guardia, llegaremos al final del camino.
Cuando el Señor entra en tu vida es imposible que no te enamores de El. Yo no sabría, ni querría vivir de otra manera. Sólo encuentro la felicidad y la paz, con El, por El y para El.
Muchas gracias Angelo. Un fuerte abrazo!
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