Ilusiones (Pornografía III)
Los cristianos son intrínsecamente un pueblo aparte. La realidad del Bautismo nos convierte en una comunidad llamada al desierto, en un pueblo consagrado para establecer una relación con el Creador de todas las cosas. Con todo, al igual que el pueblo de Israel que fue llamado a salir de Egipto, los miembros de la Iglesia también se encuentran inextricablemente vinculados a la misma cultura de la muerte de la que Dios los ha libertado.
Entonces no es sorprendente que asumamos actitudes comunes en el mundo seglar y estemos confusos con respecto a la verdadera naturaleza del pecado. Esta confusión puede llegar a ser mortal cuando la empleamos para justificar nuestra propia culpabilidad o para buscar una "definición diluida" de la naturaleza maléfica de los pecados que nos tientan. En ningún otro punto es esto más evidente que en la confusión que experimentan algunos cristianos sobre la verdadera naturaleza de la pornografía.
Los jóvenes cristianos luchan por vivir con las exigencias de su condición de apóstoles bajo las presiones de la cultura que los rodea. Este proceso de integración se dificulta más en una cultura que, en la última generación, ha abandonado la virtud de la castidad.
Los cónyuges, sobre todo los esposos, que luchan por crecer en la fidelidad inherente a su vocación conyugal, encuentran tentaciones para escapar y buscar falso consuelo en imágenes y fantasías.
Los sacerdotes y los consagrados, que se han comprometido a llevar una vida de castidad y celibato, se encuentran en medio de una cultura que considera el celibato como una meta imposible de cumplir y que atenta contra la salud. En un momento de duda, pueden buscar falso consuelo en la impureza. Sus faltas son aún más graves por causa del escándalo que acarrean a la Iglesia.
Como consecuencia de estas fantasías, los hombres y mujeres solteros se distraen de la tarea más importante de percibir: la llamada de Dios en su vida. Al pasar de pensamientos impuros a imágenes y a mal comportamiento sexual en la realidad, minan la base de la confianza y la fidelidad que se necesita para la felicidad futura.
Ninguna persona que viva en nuestra cultura puede separarse totalmente de este azote de la pornografía. Todos se ven afectados en mayor o menor grado, aun quienes no participan directamente en el uso de la pornografía. Con todo, si las personas que se han dejado llevar por este vicio contestaran con sinceridad si son mejores o más felices por causa de la pornografía, solamente las más indiferentes darían una respuesta afirmativa. Una evaluación sincera revela que el uso de la pornografía causa debilidad espiritual, social y emocional.
Entonces, ¿por qué sucumben tantos a una tentación tan obviamente contraria al bien de la persona humana? Por lo menos en parte, es por causa de la duda y la confusión ocasionada por los falsos argumentos de quienes justifican este comportamiento. A esos falsos argumentos me referiré ahora antes de ofrecer orientación.
Esta justificación de la pornografía, suele comenzar con una consideración de la actividad como un intercambio privado entre los espectadores y los productores y distribuidores del material. En esa consideración, hay "libre" elección por parte de adultos que realizan un acto por su propia voluntad para atender una "necesidad" y recibir compensación por ello. La ilusión inherente en esta racionalización está en creer que todos los participantes terminan el intercambio como las mismas personas que entraron en un principio, sin sufrir ningún daño. Al igual que todas las racionalizaciones, esta es una ilusión.
La primera ilusión está en que la visualización de los hombres y las mujeres en relaciones íntimas no los perjudica como personas. A menudo eso no es verdad ni siquiera en un plano físico. Al aprovecharse de las personas vulnerables y necesitadas, la industria de la pornografía a menudo las incita a tener patrones de comportamiento más arraigados y peligrosos hasta que el daño físico es inevitable.
Con todo, la misma naturaleza de la pornografía lleva a cometer un acto de violencia contra la dignidad de la persona humana. Al tomar un aspecto esencial de la persona, la sexualidad humana, y convertirlo en un producto para operaciones de trueque y venta, empleado y desechado por otras personas desconocidas, la industria de la pornografía comete el más violento atentado contra la dignidad de esas víctimas.
El eros, degradado a puro "sexo", se convierte en mercancía, en simple "objeto" que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran "sí" del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera, intenta convertir en agradable e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico.( Papa Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 5.)
Cada año, miles de hombres y mujeres se ven atraídos a la industria de la pornografía por la promesa de dinero fácilmente adquirido. La industria se aprovecha de los más vulnerables: los pobres, los maltratados y marginados y aun los niños. Esta explotación de los débiles es un pecado grave. Ya sea que la necesidad, la confusión o el alejamiento impulsen a los hombres y las mujeres a convertirse en objetos pornográficos, su elección, con toda seguridad, no puede verse como un acto libre. Los productores y distribuidores de pornografía dejan a su paso un amplio camino de hombres y mujeres destruidos y desvalorizados.
Son cada vez más numerosas las víctimas jóvenes y aun los niños. Cuando ellos, que son los más vulnerables e inocentes de nuestra sociedad, se convierten en víctimas de las exigencias deshumanizantes de una industria que desea destruir la inocencia por razones de lucro, ese es un acto de violencia incalificable. (sigue mañana)
12 comentarios
Muchas gracias, Angel!!!! Qué Dios te bendiga!!!!
ResponderEliminarGracias a ti por tu presencia. Un beso
EliminarMuy interesantes estos post Angelo. Gracias
ResponderEliminarEspero que den luz al menos a uno de los que se encuentren atrapados por esta trampa. Un beso
EliminarAgradecida te estoy Angelo,las entradas son muy valiosas.
ResponderEliminarY me gusta mucho que respondas a nuestros comentarios :)
Un cariñoso saludo :)
Mas quisiera poder responder cada día, pero no siempre es posible. Un beso
EliminarPor eso mismo te lo agradezco tanto :)
EliminarLeo con mucho interés estas entradas y hay momentos en que me produce mucho temor hasta donde nos llevará tanta "libertad" cómo la que estamos viviendo en la que TODO está permitido.Saludos
ResponderEliminarEste es el texto mas claro desde que ha empezado el tema.
ResponderEliminarLos nignos son los principales a proteger en todo esto. Todos los nignos son castos por naturaleza, pero la castidad esta amenazada. Desde muy pequegnitos estan sometidos a gran presion y algunos son tratados como 'objetos' por la cultura de la planificacion familiar, con lo que no les es raro caer mas tarde en ser objetos y victimas de otras cosas peores .
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ResponderEliminarMe acabo de acordar, te recomendé la revista "hacer familia", también tienen videos en youtube.
ResponderEliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.