Mi prójimo
Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.
El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.
El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.
-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!
Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.
Que bien me viene tu pots esta noche para estar en silencio Angelo. Gracias.
ResponderEliminarun beso.
Que bella...bella historia.
ResponderEliminarMil gracias Angelo.
Bendiciones.
Sin duda no debemos juzgar a nadie, pero sí las acciones.
ResponderEliminarGracias por estas vitaminas que nos das cada día Angelo.
ResponderEliminar¡¡¡Cuanta falta nos hacen!!!
Un cariñoso saludo :)
Un ermitaño sabio y justo, así deberíamos actuar todos pero nos gusta demasiado ser jueces aunque nos disgusta enormemente ser juzgados.Saludos navideños
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