Mi prójimo
Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.
El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.
El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.
-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!
Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.
5 comentarios
Que bien me viene tu pots esta noche para estar en silencio Angelo. Gracias.
ResponderEliminarun beso.
Que bella...bella historia.
ResponderEliminarMil gracias Angelo.
Bendiciones.
Sin duda no debemos juzgar a nadie, pero sí las acciones.
ResponderEliminarGracias por estas vitaminas que nos das cada día Angelo.
ResponderEliminar¡¡¡Cuanta falta nos hacen!!!
Un cariñoso saludo :)
Un ermitaño sabio y justo, así deberíamos actuar todos pero nos gusta demasiado ser jueces aunque nos disgusta enormemente ser juzgados.Saludos navideños
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