Así que este finde me he dicho: “¿y por qué no una recomendación culinaria?” Que ya está bien de películas y reflexiones, y un poco de azúcar tampoco hace daño —al menos al espíritu.
Y claro, si uno piensa en dulces con historia, la cabeza se va directa a los conventos. Allí donde las horas huelen a paciencia y horno caliente. Y entre tanto silencio sagrado nacieron las Yemas de San Leandro, una tentación tan pequeña como peligrosa, hecha con yemas, almíbar y lo que solo las monjas saben poner: gracia divina.
Dicen que la receta original sigue guardada bajo llave, y que solo las hermanas conocen el punto exacto. Pero oye… si otros lo han intentado, ¿por qué no nosotros? Aquí va una versión casera para valientes, de esas que se hacen sin miedo y con humor. Y si nos sale un churro… pues nada, otra oportunidad más para practicar la paciencia cristiana.
Ingredientes (para unas 20 yemas)
🥚 12 yemas de huevo (y una sonrisa)
🍬 250 g de azúcar
💧 125 ml de agua
🍋 Un trocito de cáscara de limón
❄️ Azúcar glas para rebozar
Preparación
1) Hierve agua, azúcar y limón hasta “punto de hebra” (si no lo clavas a la primera, bienvenida al club). 2) Deja templar y añade las yemas poco a poco, removiendo con paciencia y buena música. 3) Vuelve al fuego bajito y remueve sin parar hasta que espese un poco —se quema más rápido que los buenos propósitos de enero. 4) Deja enfriar, haz bolitas, pásalas por azúcar glas y colócalas en moldecitos. 5) Admira tu obra. Luego cómete una. O dos. Al fin y al cabo, la alegría también se cocina en pequeñas dosis.
El secreto original (y una escapada deliciosa)
Y si después de varios intentos las nuestras no acaban de salir como esperábamos, siempre queda una alternativa deliciosa: acercarse al Monasterio de San Leandro, en pleno corazón de Sevilla (Plaza San Ildefonso, 1 ,Casco Antiguo), donde las Madres Agustinas Recoletas elaboran desde el siglo XVI las auténticas Yemas de San Leandro siguiendo su receta original y secreta, que solo conocen tres hermanas dentro de la comunidad. Las preparan con ingredientes sencillos —yemas, azúcar y agua—, pero el secreto está en el punto exacto del almíbar y en la paciencia con la que lo baten a mano, sin ayuda de ninguna máquina. Se venden directamente en el torno del convento, ese pequeño mostrador giratorio que mantiene intacto el encanto antiguo de la venta conventual. Así que, si estás cerca de Sevilla, o pasas alguna vez por esa bellísima ciudad, no pierdas la oportunidad de probar las verdaderas: son pura historia y dulzura en un solo bocado.
¿Plan B si el almíbar se pone rebelde? Fácil: visita declausura.com, el “torno” donde distintos conventos ofrecen sus delicias artesanas con siglos de tradición repostera.
P. D. Una gran experta en el arte (y el placer) de degustar las yemas de San Leandro me ha hecho una observación muy atinada: el que sea de Sevilla y lea el post dice “este no ha probado nunca unas yemas de San Leandro” 😂. Y no le falta razón, porque parece que la receta presentada se parece más a las yemas de Santa Teresa. Así que, si alguien guarda el secreto auténtico de las monjitas sevillanas, ¡que lo comparta sin pudor! Prometo corregirla encantado… todo sea por hacer honor a esas pirámides celestiales y ganarme el perdón en azúcar glas. 🍬
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2 comentarios
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Uy Angel has tocado mi fibra sensible, no hay nada q me guste más que una o dos o varias yemas de San Leandro, son mi debilidad, así que cuando voy. Sevilla (con relativa frecuencia al vivir muy cerca) no hay una vez que no caiga en esa tentación, no pueden ser más exquisitas y deliciosas.
ResponderEliminarHay una pastelería de mucho renombre en Sevilla “La Campana” que elabora unas imitaciones, lógicamente le han cambiado el nombre las llaman “yemas de Sevilla” o algo así, pero ni de lejos se parecen a la exquisitez que elaboran las monjas del convento de San Leandro.
Por último solo decirte que tu receta se parece más a las Yemas de Sta Teresa, que a estas de San Leandro que tienen forma de pirámide, por dentro son huevo hilado con almíbar riquísimo y por fuera una cobertura de azúcar glaseada…. Impresionantes!!!
Animo a quien no las conozca q las prueben así también colaboran con estas monjitas tan estupendas que tienen un convento antiquísimo que a las pobres se les está cayendo a cachos, la última vez q fui me dio muchísima pena ver el deterioro lleno de parches y ventanas rotas.
Gracias Angel!! Un abrazo, feliz finde!!
¡Ay, me encanta que lo digas así! Has descrito las yemas de San Leandro con tanta pasión que dan ganas de salir corriendo a Sevilla ahora mismo. Tienes toda la razón: esas pequeñas pirámides son una joya —del convento y del paladar—, y no hay copia que les llegue ni a la suela del azúcar glas. Coincido contigo en que, además de un capricho, comprarlas es una forma deliciosa de ayudar a las monjitas, que bastante mérito tienen manteniendo viva esa tradición entre muros que se desmoronan. Gracias por tu comentario tan entrañable, me ha dejado con antojo y sonrisa. ¡Un abrazo grande y feliz finde lleno de dulzura!
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