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Carga muy pesada


Vivimos en un mundo convulso y lleno de incertidumbres. A menudo me pregunto como puede esta sociedad del siglo XXI aguantar en pie y avanzar hacia adelante, raro es el día que podemos asegurar que hemos tenido una jornada sin sobresaltos, dificultades y porque no decirlo, invadidos por un pesimismo desalentador que parece paralizar todos nuestros proyectos, ilusiones y esperanzas. Durante nuestra vida coexistimos, muchas veces con sensaciones, sin quererlas o desearlas, pero también con otras que no valoramos en la medida que se merecen.

Puede ser difícil concentrarse en las cosas buenas de la vida, porque hay muchos momentos difíciles, porque las cosas muchas veces no tienen sentido y es difícil lidiar con todo esto. En el mundo actual, somos el blanco de anuncios y comentarios de todo tipo tanto en el mundo online como offline, y muy a menudo podemos tener la sensación (equivocada) de que para ser feliz lo importante es aparecer o tener cosas. En realidad, el primer paso a dar para apreciar la vida cotidiana es comprender que las cosas buenas de la vida no son cosas .

Evidentemente, sentirse apreciado, halagado, seguido y tomado como ejemplo es un placer. Todos tenemos diferentes metas, experiencias, gustos, deseos, personas, y por eso no es posible crear un manual ad hoc sobre qué son las cosas que hay que hacer para apreciar las cosas buenas de la vida. 

Muy a menudo nos centramos más en las deficiencias que en lo que tenemos y no logramos ver que en realidad todas estas cosas ya las tenemos. Porque en muchos de nuestros días : la angustia, el dolor, la duda, la soledad, la ansiedad, la mentira, el temor, el rechazo, el desprecio, la venganza propia y la ajena,  el silencio,  el rencor,  la rutina, los desencantos,  los prejuicios, la falta de humildad,  la ausencia de valores y principios,  la crítica nuestra y la de ellos,  la ingratitud,  la soberbia de los inútiles que no pueden amar,  la incomprensión,  la inseguridad,  la falta de ilusión,  el conformismo,  el odio,  el olvido,  la pérdida,  la falta de libertad,  el pasado sin resolver,  la indiferencia, los malos pensamientos, sin el perdón,  la envidia del otro y la de uno,  la falta de Fe, sin un rumbo a seguir,  la impaciencia,  el mal humor de uno y el de los demás,  la impotencia de no poder, con el aburrimiento,  la palabra demás...Ufffff, para para, todo esto y más es una carga demasiado pesada para poder avanzar un solo paso. Para aprender a disfrutar de estas cosas, debemos intentar cambiar algunos comportamientos diarios, que nos enseñan a saborear el momento.

Esta pandemia, de hecho, nos ha permitido comprender quiénes son realmente las personas importantes en nuestras vidas y que el mayor regalo que tenemos son los demás. Hemos aprendido que las personas, en situaciones como esta, son capaces de expresar al máximo su creatividad, intentando encontrar la positividad en cada ocasión. He dicho ¿hemos aprendido? …. Seguimos cayendo en la misma piedra una y otra vez, nos olvidamos muy pronto de esos valores que se encienden en nosotros en momentos de dificultad. Parecía que el Covid nos estaba enseñando a apreciar todas las cosas obvias de nuestra existencia, pero  solo comprendemos el valor de las cosas cuando se nos priva de ellas.

La aparición de la pandemia que nos pilló a todos desprevenidos, parecía estar volcando completamente nuestra escala de valores, obligándonos a ver la vida desde una perspectiva diferente, quizás mucho más amplia. Hemos aprendido lo vulnerable que es el ser humano y lo importante que es tener y mantener el propio equilibrio interior. Pero continuamos en una espiral tal vez más negativa y agresiva. 

¿Porqué no sabemos valorar más lo bueno , porqué la mayoría de las veces no examinamos las bondades de nuestra jornada? A menudo hacemos todo lo contrario. Tendemos a centrarnos en lo que nos falta y lo que otros pueden tener, en lugar de lo que tenemos y nos hace felices. Es decir, tendemos a comparar nuestras debilidades con las fortalezas de los demás. Cuando esto sucede podemos intentar centrarnos en tantas cosas buenas que rodean en nuestra vida , en lo que nos da satisfacción y en lo que nos hace felices. Recordemos que somos como somos y que ninguna comparación con otros definirá jamás nuestro valor. 

Siempre en una angustia y ansiedad por algo que en muchas ocasiones, por no decir que rara vez, llega.  No percibimos que nuestra vida está llena muchas veces de humor, de  alegría, que también convivimos con la risa de uno y la de los demás, con los colores que nos traen paz y armonía, con el Sol que nos da energía, con la lluvia que no nos molesta, de las caminatas que nos relajan, con las sorpresas agradables, con las primeras brisas de primavera y con cada una de las estaciones del año que nos enseñan entre otras cosas, que no todo es frío o calor, con la posibilidad de conocer la felicidad, de dar amor y de ser correspondido, con la búsqueda de la verdad, con la imaginación, con el bien, con un futuro mejor construido por uno, con el cariño, con el amor, con los afectos, con los abrazos, con las caricias, con la amistad, con charlas placenteras con amigos, con el compañerismo, con la lealtad, con la Fé, con proyectos posibles e imposibles, con las distintas manifestaciones del arte, con la lectura, la música que nos transporta a lugares que uno solo conoce, con fragancias y perfumes que nos dan lugar al placer, con los recuerdos nostálgicos, y con el otro... 

No siempre tenemos el tiempo para ser humanos perfectos, funcionales, productivos y robóticos. De vez en cuando solo necesitamos una pequeña sonrisa extra , una micromotivación que nos permita seguir construyendo.

Uno, siempre uno, será el que finalmente decida con que quiere quedarse... Para nosotros los cristianos tenemos un muy buen consejo ofrecido por Jesús, un momento donde podremos valorar todas esas "buenas cosas" que se nos ofrecen a diario: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré" ( Mateo 11,25-30)


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1 comentarios

  1. Estimado Ángel, una vez más después de leerte veo esperanza, vida, para este mundo tan absurdo que pretenden que vivamos... gracias de todo corazón y Dios te bendiga. Un inmenso abrazo!!!
    Hoy quiero compartir un texto de José María Rodríguez Olaizola....


    Hace falta resistir. Resistir frente a la tentación de la derrota, con herramientas que son más necesarias hoy que nunca: el humor, la esperanza, y la capacidad crítica.

    Humor, para no dejar que el enfado que nos quieren instalar en la entraña se adueñe de nosotros; para no seguir bailando al son de tambores de guerra que solo benefician a los violentos. Humor para reírnos de lo absurdos que somos, de lo frágiles que nos hemos descubierto, de lo ridículas que parecen ahora las preocupaciones de hace un año.

    Esperanza, porque hubo no hace tanto unas semanas en que parecía posible que cuidásemos unos de otros de un modo diferente. Hubo un instante en que pareció razonable ir a una. Y en que parecía que se podían aparcar las mezquindades en favor del bien común. Me niego a creer que aquello fuera solo un espejismo, por más que hayan vuelto a coger las riendas los que cabalgan mejor a lomos de calamidades.

    Capacidad crítica, para señalar lo que no funciona, pero valorar lo que sí. Para no anclarse en los diagnósticos sin propuestas, pero tampoco en las propuestas sin fundamento. Para pensar en el largo plazo más que nunca ahora, cuando la alternativa es refugiarse en un carpe diem de series y reuniones virtuales.

    No podemos dejar que la tristeza venza la partida.

    Más que nunca, ahora, toca buscar la alegría verdadera de estar vivos y tener motivos.

    José María Rodríguez Olaizola, sj

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