Uso cookies para darte un mejor servicio.
Mi sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Acepto Leer más

Una sutil diferencia


En unos días  llegará Navidad, y un año más me interrogaré si mi forma de vivirla me ayuda a penetrar en el misterio grandioso que en la cueva de Belén se desarrolló .  Entrar en  la escena del nacimiento de Jesús puede hacerse de tres formas que aparentemente pueden parecer semejantes, pero albergan una tenue diferencia. O podríamos imaginarnos cuatro capas de una misma cosa  para llegar a lo más interior de la persona.  Estas palabras son : "Ver, mirar, observar y contemplar".

Escribía CS Lewis que "Ver a través de todo es lo mismo que no ver", así sucede hoy día en la sociedad que vivimos. Vemos pero no nos detenemos en ello. El ver es una acción involuntaria. Lo hacemos sin proponérnoslo. Caminando por nuestras calles, en este mundo llamado "moderno y progresista” , podría decirse incluso que muchas veces estamos obligados a ver incluso lo que no queremos ver. ¿Cuántas veces nos plantamos ante el televisor o navegamos por internet, solo para ver?  Limitarse solamente a ver es quedarse solo en lo exterior, sin penetrar más allá.

En una segunda capa, como planteaba , podríamos colocar el  mirar, donde aquí ya entra en juego la intención. Somos nosotros los que decidimos aquello que vemos, y generalmente lo hacemos con el objeto de conocer más profundamente aquello que nuestros ojos ven. Esa intencionalidad necesita mirar para confirmar, fisgonear, o descubrir. Mirar se situaría en un “ver más allá”. Requiere diferenciar aquello que la razón nos facilita para centrarlo en lo que está sucediendo.

Observar entraría en el tercer nivel de esta escala propuesta. Podría definirse como elevar la mirada, mirar con atención, escudriñar, percibir. Se está atento en este grado de visión a los detalles. 

Y en la capa que más podríamos situar “en nuestro interior más profundo” podríamos colocar a la palabra “contemplar”. Me gusta la definición que de ella he encontrado: “Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad”. Aquí nuestra actitud es la de acercarnos “ a vivir” aquello que contemplamos. El nivel que nos aproxima a las realidades últimas, las más profundas y verdaderas.

En la contemplación se impone el silencio interior, fijarnos en cada detalle para hacerlo vida en nosotros mismos. La mente se detiene ante su frenética actividad para centrarse en una escucha. Basta mirar la sociedad de hoy para darse cuenta de que no hay tiempo para la contemplación. Es el mundo de la imagen veloz, aquella que quiere atrapar nuestra atención para no “pensar”, y llevarnos a una serie de actos compulsivos que no se detengan en la razón y en la interiorización, ese discernimiento tan necesario para distinguir lo que nos humaniza y enriquece o lo que nos convierte en materialistas consumistas, donde el alma parece desaparecer. 

Navidad llega un año más, ¿sabremos estar atentos en esa sutil diferencia entre ver, mirar, observar y contemplar? ¿Querremos al  menos intentar ir adentrándonos en todas “esa capas” hasta llegar a contemplar la escena de Belén , en la que todo un Dios quiso hacerse hombre por amor a cada uno de nosotros? La contemplación exige vaciarnos de nosotros mismos para dejarnos llenar por  aquello que contemplamos.

Saco de mi libreta de citas y textos uno  de Henry Nouwen que me gustó cuando lo leí  y que me ayuda aún hoy a contemplar lo que en estos días celebramos.

"Cuando esperas ansiosamente correo; cuando esperas que tus amigos se acuerden de ti; cuando quieres ser alguien excepcional; cuando deseas que se pronuncie tu nombre; cuando buscas una atención especial; cuando esperas un trabajo más interesante o cosas más estimulantes, entonces te das cuenta de que ni siquiera has empezado a crear un pequeño espacio para Dios en tu corazón.

Cuando ya nadie te escribe; cuando nadie se acuerda de ti o se pregunta qué estás haciendo; cuando te limitas a ser uno cualquiera de los hermanos, haciendo las mismas cosas que hacen ellos, ni mejor ni peor; cuando has sido olvidado por la gente, puede que entonces tu corazón y tu mente estén ya lo suficientemente vacíos como para darle a Dios una oportunidad real de hacerte sentir su presencia". 

Os deseo una feliz contemplación

También puede gustarte

2 comentarios

  1. Ojalá, Señor, te llegue mi voz.

    Aquí estoy.

    Sin grandes palabras que decir.

    Sin grandes obras que ofrecer.

    Sin grandes gestos que hacer.

    Solo aquí. Solo. Contigo.

    Recibiré aquello que quieras darme:

    luz o sombra. Canto o silencio.

    Esperanza o frío. Suerte o adversidad.

    Alegría o zozobra. Calma o tormenta.

    Y lo recibiré sereno,

    con un corazón sosegado,

    porque sé que tú, mi Dios,

    también eres un Dios pobre.

    Un Dios a veces solo.

    Un Dios que no exige, sino que invita.

    Que no fuerza, sino que espera.

    Que no obliga, sino que ama.

    Y lo mismo haré en mi mundo,

    con mis gentes, con mi vida:

    aceptar lo que venga como un regalo.

    Eliminar de mi diccionario la exigencia.

    Subrayar el verbo 'dar'.

    Preguntar a menudo: «¿Qué necesitas?»

    «¿Qué puedo hacer por ti?»,

    y decir pocas veces «quiero» o «dame».

    Y así sigo, Dios: Aquí,

    sin más, en soledad.

    En silencio.

    Contigo, mi Dios pobre.

    José María Rodríguez Olaizola, sj

    Feliz Navidad!!! Te deseo que cada amanecer sea suficiente para agradecer todo lo bueno que tienes. Hoy y siempre, te leo y doy gracias por cada frase, cada momento que me haces sentir... Dios no es soledad,es Amor.
    Un gran abrazo y hasta pronto!! Estimado Ángel

    ResponderEliminar
  2. Te deseo una FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO LLENO DE BENDICIONES.

    ResponderEliminar

Te invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.