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Solo yo


A menudo en mis escritos defino a esta sociedad como hedonista y materialista, quiero detenerme hoy un poco más en el primer adjetivo. A veces me pregunto ¿Cuándo empezó a cambiar este mundo a la velocidad que hoy lo está haciendo? Solo puedo hablar de mi experiencia, seis décadas ya, donde echando la vista atrás descubro que a pesar de su celeridad en el paso de los años, lo vivido, los cambios experimentados, las personas conocidas y tantos detalles que forman parte de cualquier ser humano, ha sido intensísimo.

¿Quién habla hoy ya de los hippies, si no para relacionarnos con la venta ambulante? Sin embargo, este movimiento supuso toda una revolución contra la ética del trabajo, el deber o los lazos de pareja. Ellos sentían que lograron una liberación ilimitada, no solo de los lazos humanos, sino de las responsabilidades de la vida. De repente, se habían liberado de la carga de entrar en la edad adulta: una ruptura limpia con la opresión de la sociedad que obligaba a los jóvenes a perder su mejor energía para sumergirse en matrimonios tediosos, trabajos tristes y mocosos llorones.  No querían responsabilidades, compromisos, fatiga física, obligaciones sociales, comida para bebés y pañales. Esa generación miró con lástima el mundo de sus padres. Pero como tantos otros a lo largo de la historia, el movimiento hippy se desintegró y desapareció, pero sus principios se extendieron como un gas por toda la sociedad occidental. 

Anteriormente, esto estaba dominado por la ética del deber, el trabajo y el esfuerzo por lograr algo de valor. Hoy se trata de evitar la fatiga y el compromiso. Toda la tecnología está orientada a evitar cualquier esfuerzo, el robot sustituye al trabajador, la entrega a domicilio evita salir a comprar. En la economía, las finanzas especulativas reemplazan la inversión productiva. En la cultura de Internet, los videojuegos y las charlas triviales evitan la molestia de leer libros. En el ámbito de las relaciones laborales, la ley sustituye al deber, en las relaciones amorosas las drogas y el sexo fácil. “El ansia de posesión y la codicia han asolado el alma de la humanidad como un gran cáncer, haciendo metástasis en toda la sociedad en forma de un nuevo hedonismo posthumano y consumista” (Bryant McGill)

Hoy a muchos jóvenes les resulta “retro” el compromiso apasionado del enamoramiento y el esfuerzo de formar una familia.  El ideal se ha convertido en una sociedad en la que proclama:” diviértete y no te comprometas”. Esta mentalidad hedonista es la que está adormeciendo a la sociedad no se da cuenta de que ello ralentiza inexorablemente su desarrollo.

El hedonismo es la búsqueda del placer a toda costa, y la huida del dolor , en todos los aspectos de la vida y en cualquier actividad, de hecho, cada uno de nosotros encuentra placer en algo diferente a los demás. La modernidad hoy, es la concentración de la actitud hedonista, utilitaria, oportunista, según la cual la vida merece ser vivida solo en los aspectos que hacen algo, que producen una ganancia, que dan un placer, si no hay ganancia en este sentido , no merece la pena empeñarse.

El hombre de la sociedad premoderna (que incluye a nuestros abuelos o bisabuelos) trabajó por el bien de la posteridad y la familia, plantó árboles para sus nietos, sabía que no se sentaría en la sombra de las ramas, pero siguió plantando el árbol, pensando en sus descendientes. Tal era su concepción de la vida: uno no vive sólo para sí mismo, ni puede esperar ver inmediatamente los frutos de su trabajo y sacrificios.

La diferencia con el hombre moderno radica en esto: se enoja y se enoja si no ve inmediatamente los resultados de sus esfuerzos, si las ganancias, los beneficios, las ventajas inmediatas no llegan de inmediato.

El resultado a corto plazo y solo para sí mismo es con demasiada frecuencia lo único a lo que aspira la sociedad de hoy, poco se preocupa por los demás y menos aún por la posteridad, trabaja y actúa para disfrutar los frutos de sus esfuerzos, no le importa enriquecer esos que vienen después de él. Toda la economía moderna se basa en esta forma de ver la vida y las inversiones. Lo vemos casi a diario en las noticias de los medios de comunicación. El todo vale para obtener mi beneficio…

Esto explica por qué la economía moderna ya no busca el sentido de la calidad por mucho tiempo, sino del artículo de lujo precario, efímero y poco duradero y muy caro, no importa si será perecedero, saben que estará pronto tan cansado de él incluso antes de que deje de funcionar.

Los cambios son incesantes y se busca una identidad. El bien común solo se queda en palabras demagógicas, retóricas, y llenas de eufemismos. la única forma de relacionarnos con otro ser humano debe ser el don total de uno mismo. Al descubrir esto, ya respondemos muchas preguntas sobre lo que debemos hacer: comprometernos a todos los niveles en una obra de servicio a las personas, para dar sentido a la vida de las personas. Quizás por eso muchos jóvenes no ven el sentido de la vida: crecen en una sociedad hedonista que los ciega, pero que ya no los llena. Me impresiona mucho cuando leo que gente adolescente parece haber vivido ya su vida entera cansados, extenuados, destruidos por tantas quimeras consumidas , sin esperanza, ilusiones o proyectos.  Muchos de ellos acabando en cárceles donde pasaran incluso el resto de sus días, cuando no en un alarmante suicidio cada vez más temprano.

Y en este hedonismo que se ha colado sutilmente en nuestro mundo, la familia adquiere más que nunca una importancia vital, para bien o para mal. Todos estamos cansados de vivir solo para nuestro placer personal, aunque no lo confesemos y reconozcamos públicamente , sabemos que los bienes materiales son efímeros, buscamos algo más estable. Que "nuestros placeres" no nos satisfacen tras consumirlos.

Hoy hay una crisis cultural bastante extendida. A menudo pensamos en hacer cultura, en realidad hacemos ideología o fraseología y nominalismo. Y cuando uno no sabe pensar ni razonar, se utiliza la violencia psicológica o las porras o las pistolas para imponer el propio modelo de vida; entonces alguien escapa a la derrota humana de las drogas, el sexo , el alcohol, el juego…

Tampoco los cristianos se libran de esa inhalación de hedonismo, cuando en muchos de nosotros se instala la comodidad, al implicarse en numerosas actividades que obtengan un beneficio y satisfacción personal y no la gloria de Dios y el servicio altruista sin esperar nada a cambio. Cristianos que cantan el aleluya dominical y viven en el hedonismo el resto de la semana.

Las transformaciones sociales, políticas y culturales son tan rápidas que cualquier análisis se vuelve extremadamente provisional; no es válido por años, sino solo por meses. Y todos estamos involucrados en esta velocidad.

"Vivimos en una cultura profundamente no intelectual, agravada por un hedonismo pasivo favorecido por la difusión de la riqueza y su disipación en innumerables dispositivos electrónicos que imparten lo último en entretenimiento y supuesta información, todo ello en cortas (y ruidosas) dosis de «escucha fácil". (Stephen Jay Gould)


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2 comentarios

  1. Tu escrito es tan real que me ha entristecido esta forma de vivir por la que estamos pasando ahora. Soy de las que trabajó desde los 18 años por el bien de mi familia y me siento muy orgullosa de haberlo hecho pues para mi el trabajo dignifica a las personas y ayuda al bienestar común. Una pena que hoy en día hayan cambiado tanto las cosas.Saludos

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  2. Yo, como católica y enamorada de Jesucristo, sí me he planteado si lo que hago es por mi ego o para servir a los demás. Cuando toco la guitarra , el órgano, leo en misa o soy catequista, siempre tengo la tentación de tirarme flores. Entonces tengo que frenar y decir: sólo hago esto no por los demás, sino por Dios. Dios es el que me dirige y sin El yo no soy nada de nada.
    La cultura de lo rápido lo veo en mi hijo adolescente. Que necesita las cosas para Ya, y se le comen los demonios si se tarda más. La paciencia no es lo suyo, vamos.

    Saludos afectuosos desde Faura (Valencia)

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