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¿Resistiremos a las pruebas del tiempo?



Tengo un amigo muy querido por mí, que reside Hong Kong. Esta semana, en la que escribo el post, la ciudad, ha sido fuertemente sacudida con el temporal que llamaron Mangkhut, cuya violencia hemos podido ver por televisión. Confesaba mi amigo, que daba miedo contemplar la fuerza devastadora de este fenómeno de la naturaleza. Decía que era el más violento que había contemplado y me enviaba por WhatsApp, algunas imágenes de rascacielos moviéndose. Imagino la angustia y el temor de todos los habitantes.Una vez que Mangkut se alejó de Hong Kong, mi amigo volvió a enviarme fotos del antes y el después de los lugares por donde transita a diario, volví a  sobrecogerme de lo que es capaz de hacer un temporal cuando las estructuras y raíces que crees suficientemente profundas y fuertes son arrancadas con facilidad.

Sigo con mi amigo. Dos fotografías de las que me envió ,vienen acompañadas de un breve comentario suyo que os dejo bajo las imágenes y que han originado esta entrada en mi blog.

Momentos de reflexión después del Super Tifón. Imagen 1 mini palmera. Sigue como antes
Imagen 2. árbol inmenso con las raíces que ocupan más de dos metros cuadrados y que han destrozado la valla de protección
Realmente... Raíces más grandes =¿ menos posibilidades de caer?
Todo esto inevitablemente hace que me venga a la mente  dos pasajes de  la Biblia . Uno el de David contra Goliat y el otro la parábola de Jesús que habla de la casa construida sobre la roca: “Así, todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca". (Mt, 7, 24) Voy a quedarme en esta ocasión con la segunda.Otro día hablo de la primera.

¿Cómo sé yo si la vida que estoy construyendo resistirá a las pruebas del tiempo?... Durante los años de vida en esta tierra, vivimos realizando elecciones que hacemos a diario, casi en todo momento. Continuamente se nos presentan acontecimientos y situaciones que reclaman nuestra elección y renuncia donde en más de una ocasión, lamentamos habernos equivocado en aquello por lo que hemos optado. ¿Cómo saber que tu mundo no se derrumba cuando las cosas se ponen difíciles?

¿Sobre qué estamos construyendo nuestra casa interior? Esta sociedad invasiva a todos los niveles, parece querer marcar el rumbo de nuestras prioridades, de nuestros sueños, de nuestros sentimientos, tal vez algunos construyan sobre la arena de las opiniones, o de las emociones, tal vez edifiquen con la rabia, con la envidia, sobre aquellas partes oscuras que están en nuestro interior y que cada uno conoce muy bien. Basta un soplo de viento contrario para cambiar nuestras perspectivas.

Muchos cristianos están convencidos de que su casa está sobre roca firme,se sienten grandes simplemente porque está implicados activamente en la vida de fe. Leamos una parte de la parábola, la que dice: “todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica”, percibo (incluyéndome a mí) que la segunda parte, la de "poner en práctica", pasa casi inadvertida. Nos quedamos solo con el “todo el que escucha mis palabras” omitiendo la segunda: “y las pone en práctica”. ¿Escuchamos de verdad?...

Las acciones hablan más que las palabras, todos los días tenemos la oportunidad de hacer propios los mandamientos de Jesús, de convertirlos en Vida. El evangelio que escuchamos en la iglesia, tal vez no es el verdadero que rige nuestras vidas al salir de ella. El cristianismo “moderno” se ha diluido hasta el punto de que las palabras han ido cambiando con las cosas, llegando incluso a manipularlas y revestirlas de engaño. El papa Francisco nos dejó esta frase en uno de sus discursos. “Nosotros los cristianos no tenemos un producto que vender, sino una vida que comunicar”.

Cuando llegan las tormentas de la vida, como una dificultad económica, o un trato injusto, una decepción, una traición, una pérdida, es cuando podemos darnos cuenta “del lugar donde hemos edificado nuestra casa”. Lo que se construye sobre la roca, permanece en pie. Son aquellos que han sabido orar, los que han sabido poner todo su ser en Dios, aquellos que luchan a diario por ser fieles a los mandamientos de Jesús. Los que construyen con estos materiales experimentarán que su edificio se mantendrá firme. ¡Cuántas obras buenas en apariencia están construidas con heno y paja! Así que en la tormenta, ven como sus donaciones en efectivo, su trabajo voluntario, sus devociones particulares , el cumplimiento de sus normas, su proselitismo, etc… literalmente se esfuma, vuela por los aires.

¿Dónde están los fundamentos seguros de una vida plena y bella? ¿Cómo cultivar sueños magníficos mientras mantenemos los pies firmemente puestos sobre el suelo? La parábola de Jesús no se centra en la belleza o el tamaño del edificio, sino en lo que lo sostiene. Los cimientos no se ven, no se destacan, nadie los nota, sin embargo, son la parte más importante de la casa. Ellos son los que deciden su estabilidad, y por lo tanto, el futuro.

La santidad no se improvisa, se construye en silencio, sin hacer demasiado ruido. Los gestos heroicos no salen de la mañana a la noche, no se ve el tiempo de maduración.  Dentro de cada hombre está la chispa de Dios, esa que logra moldear en el corazón los materiales que se necesitan para una buena edificación. Cavar en la piedra no es nada fácil, pero una vez logrado se sabe que la base será sólida e inamovible. Aquí radica la diferencia: escuchar y hacer, escuchar y no hacer. En las dos afirmaciones se cuenta con la escucha, las diferencia el hecho de “hacer”.

O aquí o allá. O la casa permanece firme en su lugar o se derrumba en pedazos. La elección del Evangelio requiere esta radicalidad. Ni medias medidas, ni distracciones, nostalgias o salidas de seguridad. Construir sobre la roca no es conformarse con medias tintas, es invertir la propia libertad, hacer planes para el propio futuro, dejarse guiar por el aliento del espíritu. Decir “no” para dejar lugar al “si” que engrandece el corazón.

Nuestras vidas contienen tormentas. Estar con el Señor no protege de ellas, su presencia no cambia la realidad, sino la forma de verla y juzgarla. El intento de convertir en acciones la Palabra no nos quita tentaciones y trabajos, sino que nos da la certeza de no estar solos y abandonados. La tormenta puede caer sobre nosotros, pero nuestras vidas se basan en la roca que es Cristo. ¡Bendito sea el Señor mi roca”! (Salmo 143)

Tengo anotada en mi libreta especial, una reflexión que dice : “La Palabra debe ser leída y recibida, meditada y amada, orada y custodiada, contemplada y realizada”. Solo de esta manera se puede construir una vida cristiana que pueda llamarse así.

¡Que tengáis un feliz día!

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2 comentarios

  1. Estupenda reflexión a cuenta del tifón.Saludos

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  2. Graciassss. No puedo estar más de acuerdo con todo lo expuesto en esta magnífica reflexión.
    No sabes cómo me ayuda que sobrenaturalices todo lo que va pasando por nuestras vidas o a nuestro alrededor.
    Gracias infinitas! Un abrazo fuerte!

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