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La balada de las dudas del lego


A veces puede parecernos que nuestro trabajo más humilde, aquél que pasa desapercibido a los ojos de los demás, tiene poco valor y podemos caer en la tentación de creer que también lo sea para Dios, nos olvidamos que todo es obra suya y en todo está.

Encontré un poema precioso de José María Pemán, titulado “La balada de las dudas del lego” que me ha encantado y no puedo dejar pasar la ocasión de que se quede en este blog. Hoy, pocas palabras mías en el post para dejarlas a quien de forma tan bella sabía plasmarlas sobre el papel.


Era ya la tarde y estaban las nubes 
perfiladas de rayos de sol, 
cuando iba el buen lego, con su cantarillo, 
por la veredica, bendiciendo a Dios. 

El misterio grave de la hora dorada, 
lleno de agrio aroma de prados en flor, 
se le entró en el alma, llenándola toda, 
con su turbación... 

Se sintió pequeño como aquel polvillo 
donde iba posando su planta... Y pensó: 
¿qué haré yo, granito de polvo en el mundo 
por ser grato a los ojos de Dios? 

Fray Andrés disciplina su cuerpo 
sin tenerle piedad. Fray Zenón 
atruena el convento cantando maitines 
con hermosa voz. 
Fray Tomás se pasa las horas inmóvil 
levantado en arrobos de amor, 
y ni advierte las tres campanadas 
con que la campana llama a colación... 

 Al lado de aquellos excelsos varones 
¿qué hará el buen leguito para ser grato a Dios? 
Y con santa envidia murmuran sus labios: 
¡Fray Andrés! ¡Fray Tomás! ¡Fray Zenón! 

Y sus ojos buscando respuesta 
para aquellas dudas de su corazón, 
se hunden en la tarde que muere sangrando 
los últimos rayos bermejos del sol. 

Todo es paz y orden. Unos tordos vuelan 
con pausados giros. Camina un pastor. 
Gime una carreta. Corre un arroyuelo. 

¡Todo deletrea como una oración! 
¡La oración de las cosas sencillas, 
que obedecen humildes a Dios! 

Y el buen lego descifra en su alma 
la revelación 
del arroyo, los prados, las flores, 
las nubes, las hojas, las aves y el sol... 

!Todo cumple su fin mansamente! 
¡Todo sigue un mandato de amor! 
¡El llano lo mismo que el pico empinado, 
que no está por eso más cerca de Dios! 

Y el buen frailecito siente que en su alma 
se le ha entrado un rayo muy claro de sol. 

De pronto recuerda que es tarde, y ya es hora 
de limpiar los platos de la colación. 

Y apretando el paso, con simple alegría, 
corre que te corre... ¿Qué más oración 
que el ir mansamente por la veredica 
con el cantarillo, bendiciendo a Dios? 
José Mª Pemán (1897-1981)

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3 comentarios

  1. Eso es lo importante, ofrecer al Señor lo que cada uno tiene sin compararse con nadie, aunque a veces sea inevitable. Cuanto más sencillos y humildes seamos más agradaremos al Corazón de Jesús.

    Precioso poema. No lo conocía. Mil gracias
    Un abrazo

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  2. Una sensibilidad maravillosa la del autor. Un poema bello y muy real. Y muy espiritual. Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo con nosotros, Angel. Cuídate y que el Señor te bendiga más y más. Un saludo fraterno.

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