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¿Disputa o reconciliación?


Sé que existen esos matrimonios en los que nunca se les ha visto discutir, porque he conocido alguno de ellos; al menos nunca lo han hecho ni delante de sus hijos ni de los demás, que son los que dan testimonio de ello. Hay gente que por carácter son tranquilos, tienen una bondad y mansedumbre innatas, capaces de controlar todas las emociones. Creo que puede darse el caso de que dos almas gemelas puedan vivir en ese ambiente de afabilidad y concordia. Ante esto, uno experimenta una sana envidia cuando lo aprecia, deseando alcanzar ese mismo grado de armonía.

Personalmente, por propia experiencia, por la que veo que viven los demás y por lo que mis ojos contemplan en diversos lugares, a menudo en los matrimonios ocurre todo lo contrario de lo expuesto anteriormente, en mayor o menor medida. No me detengo en lo que esta sociedad confundida en valores presenta, donde el matrimonio ha perdido toda razón de existir para ella, dotándolo en la mayoría de casos en papeles firmados,ausentes de compromiso, donde ni siquiera puede llamarse matrimonio por mucha rúbrica estampada que lo confirme. Hablo de aquellos que un día conscientes de su amor, quisieron que éste fuera “contraído ante la Iglesia, confirmado por la población, sellado por la bendición, proclamado por los ángeles y ratificado por el Padre celestial”, como bien escribía Tertuliano.

No quiero escribir hoy un post sobre el matrimonio, sino fijar mi atención en algo que forma parte de él :” las discusiones”. No voy a realizar tampoco, una gran reflexión para plasmarla en esta página; solo una pincelada deseando que os impliquéis en compartir algo de lo que se habla poco, incluso entre los amigos. Entraría en los temas que tienen colocada la etiqueta “tabú”, por aquello del “qué dirán o pensarán” si se enteran de que mi cónyuge y yo tenemos conflictos y desacuerdos. 

Escuchamos y leemos en libros guía para padres, la importancia de no polemizar delante de los hijos y no siempre se logra. Esto crea una situación incómoda para ambas partes, para los hijos, pero también para los padres, que pasado el acaloramiento son conscientes de haber hecho sufrir a quien nada tenía que ver con el mismo. Uno siente el peso de pensar que se les ha dañado, que en un futuro podrían decir : “yo sí ví discutir a mis padres” . Pero en esto también hay segunda parte, otra oportunidad que permite recomponer lo que haya podido romperse, aquella en que el amor interviene para  derrumbar cualquier litigio, empujándote a otra batalla -nada fácil- pero que trae asegurada la victoria. La que te hace pedir perdón, la que te obliga a ser humilde con tu cónyuge, la que te dice que tu amor es más grande que tu orgullo. El amor, se convierte entonces en el tutor que te da el coraje para que aprendas el poder real del  perdón, y de perdonar, el bálsamo que te ayuda a curar las heridas para olvidar y continuar caminando juntos por la misma senda. No todos lo logran, cuando una de las dos partes no acude a tan poderosa arma.

Espero no escandalizar a nadie si digo que discutir de vez en cuando “sienta bien”. Nos ayuda a cultivarnos en el amor. Es una oportunidad para aprender uno del otro. "El amor es más fuerte que cualquier pelea”. “La oración mantiene la unión matrimonial. El esposo debe rezar por la esposa, y la esposa por el esposo. Y nunca terminar el día en que se haya dado alguna discusión entre ambos sin hacer las paces", decía el papa Francisco en una audiencia, dando una excelente receta: "la necesidad de que los esposos recen juntos, no se vayan a dormir sin haber hecho las paces y tengan siempre presentes las "tres palabras mágicas" para cada familia: "perdón", "gracias" y "por favor".

Al final me planteo una pregunta. ¿Qué es lo que queda de todo esto? ¿Qué parte será la que contará para nosotros mismos y nuestros hijos, el conflicto o aquella en la que pedimos perdón y perdonamos? ¿Qué ración pesará más , la disputa o la reconciliación después de haberse producido ambas? ¿Qué opinas?


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10 comentarios

  1. querido amigo, lo que queda en el corazón de los hijos es el ejemplo patente de fidelidad entre los esposos, aunque hayan habido discusiones, torpezas y pecados... ¿quien puede tirar la primera piedra? Los hijos recordarán el cariño dado, vivido, entregado hasta el final. Ese es el ejemplo, a imagen de Jesucristo y de todos los que han elegido el amor como motor de sus vidas. Quien vive así, tarde o temprano entra en la vivencia del Amor divino. Del amor humano fiel y heróico hasta el final pasamos al Amor Divino y humano de Jesucristo, fiel, entregado y eterno. Confiemos siempre en el poder de ese Corazón que nos embelesa. Un abrazo fraterno.

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    1. Muchísimas gracias Felicitas por tu aportación. Estoy contigo en lo que opinas sobre lo que queda en los hijos. Cuando son más pequeños, se ve en sus rostros la alegría de la reconciliación, el reencuentro de los padres, en definitiva... ven como el amor triunfa y eso pesa mucho más que cualquier momento de disgusto. Un abrazo

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  2. El sacramento del matrimonio «centro y corazón de la civilización del amor. Gracias.

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    1. Muchas gracias ven, por traernos esa gran frase de nuestro querido San Juan Pablo II. Un abrazo

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  3. Confieso que yo de vez en cuando discuto con mi marido y eso que yo lo adoro (y él a mí:-)) pero claro es la persona con la que vivo y es muy dificil discutir con alguien con quien no se vive.........ójala y tuviera un caracter sumamente tranquilo para no discutir nunca, pero no es así. También vi discutir muchas veces a mis padres pero estuvieron unidos más de 50 años y sólo la muerte los separó. Saludos cordiales

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    1. Querida Charo, habrás entendido que el post nace de la experiencia personal. ¡Mi experiencia! que he querido compartir a sabiendas que no es solo mía, sino la de la inmensa mayoría, eso nos "tranquiliza" sabiendo que no somos bichos raros y que lo realmente importante es las veces que dejamos que el amor triunfe . Los años vividos juntos son una muestra de las muchas batallas que se han vencido . Un abrazo

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  4. Me encanta este post porque es real y humano. Claro que sí! Hay que se natural y comportarse como tal, con tu marido, con tus hijos y con tus amigos. La barrera que jamás debe saltarse es la del respeto, cuando ese valor se pierde, creo que la reconstrucción de la relación se complica.

    Yo creo que es bueno discrepar, discutir y manifestar tu propia opinión, pero lo dicho, sin faltar al respeto, desde el cariño, sin avergonzarte al tener que pedir perdón cuando en alguna ocasión consideras haberte pasado.

    No hay que fingir, ante todo naturalidad, estén delante hijos o amigos, no creo que eso sea un antitestimonio, me parece que los demás también deben ver que estamos todos hechos de la misma pasta, que el roce hace el cariño y que forma parte de un verdadero amor familiar las discrepancias, las discusiones y el arrepentimiento seguido de un gesto de perdón y olvido.

    Un abrazo fuerte sana y recompone los trozos rotos.

    Gracias! Un beso

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    1. Querida Paula. Te agradezco mucho el comentario, porque has introducido un aspecto que he dejado pasar y que es vital para la convivencia : ¡El respeto! He sido testigo de los efectos de su ausencia en alguna pareja y es algo que rompe hasta el propio corazón. Ver como se destroza el amor con toda la fuerza de la soberbia, el orgullo, el egoísmo, es algo horripilante. Es tirar a la basura hasta la misma dignidad del otro. Gracias por hacer hincapié en ello. Un fuerte abrazo

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  5. Querido amigo de mis días blogueros que hace tiempo pasaste a serlo de mi vida, aunque nunca nos viéramos.

    Sólo puedo decirte que tal vez hubiese querido un matrimonio sin discusiones, pero éste es el que tengo y con la gracia sacramental del matrimonio que recibimos en el altar, hemos ido saliendo de todas (algunas muy gordas) hasta hoy que en agosto, si Dios quiere,vamos a cumplir 56 años de casados. Seguimos discutiendo a veces, porque seguimos en la lucha por la vida y los hijos, aunque ya de los 10, sólo nos queda una en casa, pero todos están ahí y ahora con los nietos.
    las palabras del Papa son toda una lección de vida y qué gracia tuvo cuando dijo aquello de que "aunque vuele algún un plato"
    La verdad es que en ningún momento yo he querido cambiarle por otro ni él a mí.
    Es fantástico este post tuyo.
    Un beso y bendita familia tuya.

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    1. Muchas gracias Militos por tus palabras tan cariñosas y por tu aportación tan valiosa que habla desde la experiencia. ¡Si escucháramos más a los que durante tanto años con sus idas y venidas permanecen fiel a la promesa que un día se hicieron, otro gallo cantaría! Me alegra muchísimo cada vez que entras en esta casa tuya donde ayudaste a construir sus cimientos. Un fuerte abrazo

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