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Cosas que nos poseen


Mirando las recomendaciones de libros que podría leer próximamente, me topé con uno que me llamó la atención por el título y por la simpática foto de su autora, que invitaba a entrar en sus pensamientos que logró plasmar en 200 páginas de papel.

El libro se titula “La magia del orden” y su autora es una joven japonesa llamada Mary Kondo, una entusiasta del orden que ha ido creando un método propio que le ha llevado  a la cima de la fama . Su libro publicado en más de 30 países es un éxito de ventas en Japón, Estados Unidos y Europa. Considerada una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time en 2015, comenzó a leer revistas femeninas a los cinco años y quedó fascinada con el orden y la belleza que transmitían los espacios bien organizados que veía en ellas. A partir de los quince años empezó a analizar seriamente cómo ordenar estancias. Hoy tiene un negocio que triunfa en Tokio donde ayuda a sus clientes a transformar sus hogares en espacios abarrotados de belleza, paz e inspiración.

A mí me ha cautivado, me lo he devorado en apenas dos días y he empezado a poner en práctica sus consejos logrando ahorrar espacio y visualizando mejor, todo aquello que debe ocupar su lugar. Os lo aconsejo vivamente.

Pero lo que me ha llamado la atención en toda esta aventura de orden exterior de las cosas en nuestro entorno, es la reflexión que Mary Kondo hace. Poseemos muchas más cosas de las que pensamos y de las que realmente necesitamos, la mayoría de veces ni siquiera las utilizamos a lo largo de mucho tiempo, por no decir que nunca, por eso ella nos aconseja el saber desprendernos de las cosas. Pensar porqué nos quedamos con algo que ni tiene valor sentimental, ni utilizamos, ni siquiera se mueve de su lugar durante años y años. 

Pongamos un ejemplo que seguro todos podemos aplicar. ¿Cuántos libros en nuestras estanterías llevan sin abrirse para ser releídos? ¿Un lustro, una década, un cuarto de siglo, medio siglo?... ¿Cuántas prendas repiten cada año el mismo ritual en el cambio de temporada, se sacan y se vuelven a guardar sin ser utilizadas?... en fin, no voy a desvelar los interrogantes que nos plantea la autora del libro.

Tenemos demasiados bienes materiales, demasiadas opciones, demasiados deseos, demasiados alimentos. Hay que quitar cosas que estorban para poder ver nuevas perspectivas. Funciones esenciales como vestirse, comer y dormir, cobran entonces una dimensión distinta y mucho más profunda. No es la perfección lo que tratamos de alcanzar, sino un enriquecimiento vital. La opulencia no aporta ni gracia ni elegancia. Encarcela el alma y la destruye. En cambio la sencillez resuelve muchos problemas .La gente consume, compra, acumula, colecciona.

Hay muchas cosas superfluas, pero no lo comprendemos así hasta el momento en que estamos privadas de ellas. Las usábamos porque las teníamos, no porque nos hicieran falta. ¡Cuántos objetos habremos comprado sólo porque hemos visto que otras personas los tenían! Para simplificar hay que elegir, y las elecciones suelen ser penosas. Muchas personas acaban entre toneladas (en el sentido literal de la palabra) de objetos que han dejado de tener valor para ellas y no les son útiles para nada, sólo porque no se han decidido a hacer algo con esas cosas, ni han tenido valor para regalarlas, venderlas o tirarlas. Se aferran al pasado, a las tradiciones familiares, a los recuerdos, pero olvidan el presente y no contemplan el porvenir. 

Tirar las cosas requiere un esfuerzo. La dificultad no consiste en librarse de ellas, sino en juzgar cuáles son útiles y cuáles inútiles. A veces cuesta desprenderse de un objeto. Pero luego, ¡qué satisfacción!

En la parábola del joven rico, se nos dice que éste se marchó triste cuando no supo responder a la llamada de Jesús "Ve y vende todo los que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo" (Mt. 19,22), la tristeza no le venía por tener mucho, sino porque su corazón estaba apegado a cuanto poseía. 

“Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas; el consumismo es la forma actual del summum bonum. Pero el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por tanto, no feliz. La felicidad consiste en el desprendimiento” .
José Luis López Aranguren

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7 comentarios

  1. Uy uy uyyyyy.... me doy por aludida. Soy de las que todo lo guardo porque me da pena tirar. Es verdad que acumulamos tantas cosas, tanta ropa, tantos objetos, tantos libros que hasta nos olvidamos de todo lo que poseemos. Y cuando te desprendes de ellos, qué gusto da, además de conseguir mas espacio, te siente liberada y mas ligera.

    Qué cierta es esa famosa expresión que dice:"No es mas feliz el que más tiene, sino el que menos necesita"

    Ahí me has dado amigo mio...
    Un abrazo!

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    1. Todo es cuestión de empezar un día querida Paula. Alguien escribió "No hay desprendimiento donde no hay dolor". Y cuando uno sabe desprenderse de las cosas, parece que el aire entra en nuestro interior y oxigena aquello que impedía recibirlo. Un fuerte abrazo

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  2. Lo esencial cabe en una caja de zapatos...
    Alguien que conoces nos dio esa gran lección hace muy poco...
    Un abrazo !

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    1. Pues es verdad querida Abril. Hay tantas almas que pueden demostrarlo que es imposible negarlo. Y que "envidia sana" cuando se ve los frutos de alegría que ello conlleva. Muchas gracias. Un abrazo

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  3. Ongi etorri Angelo!!! ;)

    Un cariñoso saludo y enhorabuena por el buen hacer.

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  4. Muchas gracias por tu recomendación! Me ha encantado el libro y estoy deseando ponerlo en práctica!

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