Tiempo
El frenético ritmo de nuestra vida actual, va ahogando sin piedad nuestra necesidad de serenidad, silencio y contemplación. Dejamos que las horas pasen a un ritmo vertiginoso, llenándolas de un dinamismo que en ocasiones acaba desbordándonos, anteponiendo a cada paso iniciativas que no formaban parte de nuestro propósito inicial, alentadas muchas veces por nuestros gustos, sentimientos del momento, búsqueda de éxito y reconocimiento de los demás.
Acaba la jornada y caemos extenuados, eufóricos y complacidos, al comprobar que hemos tenido la agenda llena y que hemos atiborrado cada segundo de nuestra jornada, ocupados para poder sentirnos satisfechos del deber cumplido. Y en esa apasionada dedicación de nuestro tiempo a un trabajo bien realizado, a un apostolado entregado, a una solidaridad altruista, a un compromiso social adquirido, a la entrega generosa en la familia, solo le queda completarlo con un huequecito muy pequeño, uno que un cristiano coherente con su fe, no puede abandonar , un tiempecito que incluso se puede emplear antes de ir al merecido descanso nocturno, estando ya en la cama tumbado, cerrando los ojos y sondeando dos simples preguntas: “ ¿Dónde te he visto hoy Señor?, ¿Dónde no he sabido verte?” … El éxito y valor de nuestro tiempo, estará ligado a la respuesta que con sinceridad nos demos.
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