Ante nosotros
Hoy me preguntaba de nuevo, porqué un texto que he leído,
rezado y cantado tantas veces, ha producido en mi interior la sensación de
haberlo descubierto por primera vez, con una belleza arrebatadora...;enseguida he sabido la respuesta.
Cuando me tomo en serio la vida de fe, cuando quiero vivirla
de forma coherente, cuando acudo de verdad a la oración de forma fiel, ésta
actúa en el alma. Va abriendo el anima , permitiendo ver las cosas con más
claridad. La luz va inundando poco a poco, todos los rincones, y uno se
encuentra, con las maravillas que tiene dentro y que no lograba ver.
Algo así debió experimentar San Agustín cuando exclamó: “Tú
estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo
no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti esas cosas que, si no estuvieran en
Ti, no existirían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y
resplandeciste, e hiciste huir mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y
suspiro por Ti; gusté de Ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en
tu paz.” (Confesiones)
Pues ¿Qué es lo que hoy tanto me ha impresionado y ha
elevado hasta Dios, mi acción de gracias por ese regalo tan hermoso?... Lo dicho
al comienzo de mi entrada: Tantas veces leído, rezado y cantado , el himno Eucarístico “Adoro te devote” (Te
adoro con devoción) . Ya solo leer esta primera frase, ante el Sagrario, ha
hecho que me detenga a saborear cada una de sus palabras. ¡Qué decir del resto de este precioso himno, compuesto por Santo Tomás
de Aquino! Cada frase, me embelesaba, y me llenaba de alegría y consuelo.
Os invito a copiarlo, y en la primera ocasión que estéis
ante el Sagrario, poneos a saborear cada una de sus palabras, lentamente, frase por frase...Pensad, que cada
vez que estáis ante Jesús en el Sagrario de cualquier Iglesia, estáis delante
del mismo Jesús, que la Virgen, los ángeles y todos los santos, están
contemplando en el cielo. El mismo Jesús que recorrió las calles de Nazaret, el
mismo que leemos en cualquier pasaje del evangelio. Sí, está ahí, ante nosotros…
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente
bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde
totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de
Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se
esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido
lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres
mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al
hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu
Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo
entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo
que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu
gloria.
Amén.
3 comentarios
Ya solo las dos primeras líneas son como una jaculatoria para repetir y repetir.
ResponderEliminarTe voy a hacer caso, el himno es para copiarlo, imprimirlo y plastificarlo.
Te acepto el consejo Angelo,me voy cautivada...bueno,como cada día con tus entradas.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo :)
Sólo puedo, decir GRACIAS, lo buscare desde dentro.
ResponderEliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.