DURMIENTES
Antaño se enseñaba que los miembros de la Iglesia católica formaban tres grandes grupos: el militante, que «peregrina» en la Tierra trabajando por el Reino; el purgante, formado por aquellos que, tras su muerte, están purificándose para poder entrar en la Vida Eterna, y el triunfante, formado por aquellos bienaventurados que ya están en la presencia del Padre.
Pues bien, hoy podríamos añadir otra categoría más: la Iglesia de los cristianos durmientes.
Pertenecen a este grupo los que bautizan a sus hijos por la Iglesia y gustan de convocar a un montón de sacerdotes para celebrar el funeral del padre o de la madre (pues hasta esto cuantifican y toman como criterio de distinción y clase), pero pasan el resto de su vida ignorando a esa Iglesia a la que dicen pertenecer. Espiritualistas el domingo de doce a doce y media y materialistas el resto de la semana, viven con desgana todo lo que suene a religioso.
Intercambian ritos por seguridad, buscadores de precauciones, de prudencias, de virtudes adornadas de adormidera. Falsos creyentes a los que su tibieza les llevó a considerar virtuoso lo que no es sino la dimisión de sí mismos. Y así terminan por llamar mansedumbre a la debilidad de carácter, humildad a su impotencia, resignación a su cobardía. Y son los que, al final, terminan por protestar y enfadarse cuando Dios no se pliega a su voluntad: Hágase mi voluntad, así en el cielo como en mis tierras.
Se acuerdan de la Iglesia-institución sólo para criticarla. Y en esto andan bien despiertos en no dejar títere con cabeza. Son especialistas en criticar al Papa: si viaja, porque viaja; si no, porque no viaja. Si es viejo, porque es viejo. Y si es viejo y viaja, aún peor. Y critican al obispo, y al cura de la parroquia y a este y aquel movimiento. Sólo ellos, más allá del bien y del mal, parecen estar en la verdad sobre lo que la Iglesia debiera ser. Pero a la vez que critican, no mueven un dedo por hacer las cosas bien. Ni por hacerlas mal. Y a quien hace, se le asaetea, se le somete a todo tipo de críticas, enmiendas, correctivos y sermones. Ni hacen ni dejan hacer. No quieren compromisos pero no soportan el compromiso de otros. Y desde su mirador, critican, se quejan, exigen y pontifican ex cathedra.
Despiertan sólo para asistir, tediosamente, a alguna procesión, al rito de alguna boda, o para «hacerle la primera comunión» al niño (lo cual cada vez consiste más en la copiosa comida postsacramental que en el mismo sacramento, no faltando nunca quien aconseje al cura que «termine rapidito» que les esperan en el restaurante).
Asisten "religiosamente" a ver el partido de fútbol del sábado y el domingo, pero a la Eucaristía asistirán si apetece y se ponen bien las cosas. Amodorrados el sábado y el domingo y estresados durante la semana, pondrán siempre todo tipo de excusas para asistir a alguna reunión formativa. Pero siempre tendrán tiempo para un viajecito de fin de semana, para ir de rebajas o para echar alguna horita extra en la empresa. El euro es el euro.
Rechazan toda opinión que venga de la «jerarquía católica», como "imposición intolerable", pero se abrirán de par en par, acrítica y atolondradamente, a cualquier opinión ajena, dicha por cualquier persona en cualquier lugar, especialmente a aquellas que atacan a su propia Iglesia, sin hacer el mínimo esfuerzo de cotejar en las fuentes la verdad de lo que se dice. Siempre atentos al cotilleo acerca de los desmanes del cura de tal o cual pueblo, nunca tendrán ojos ni oídos para reconocer el trabajo intenso y fecundo hecho por católicos militantes.
Cristianos tibios, desencantados, tristes, porque ya no creen en nada, no conocen la alegría de la Salvación, porque ya nada quieren saber de salvación ni de "kerigmas".
Esta iglesia durmiente perdió su primer impulso, su entusiasmo, su vigor. No es ni fría ni caliente. Ya no sabe quién es ni se acuerda de lo que recibió. Es una iglesia de corazones cobardes y manos débiles. Ni milita, ni hace penitencia, ni goza.
José Manuel Domínguez Prieto.
Pues bien, hoy podríamos añadir otra categoría más: la Iglesia de los cristianos durmientes.
Pertenecen a este grupo los que bautizan a sus hijos por la Iglesia y gustan de convocar a un montón de sacerdotes para celebrar el funeral del padre o de la madre (pues hasta esto cuantifican y toman como criterio de distinción y clase), pero pasan el resto de su vida ignorando a esa Iglesia a la que dicen pertenecer. Espiritualistas el domingo de doce a doce y media y materialistas el resto de la semana, viven con desgana todo lo que suene a religioso.
Intercambian ritos por seguridad, buscadores de precauciones, de prudencias, de virtudes adornadas de adormidera. Falsos creyentes a los que su tibieza les llevó a considerar virtuoso lo que no es sino la dimisión de sí mismos. Y así terminan por llamar mansedumbre a la debilidad de carácter, humildad a su impotencia, resignación a su cobardía. Y son los que, al final, terminan por protestar y enfadarse cuando Dios no se pliega a su voluntad: Hágase mi voluntad, así en el cielo como en mis tierras.
Se acuerdan de la Iglesia-institución sólo para criticarla. Y en esto andan bien despiertos en no dejar títere con cabeza. Son especialistas en criticar al Papa: si viaja, porque viaja; si no, porque no viaja. Si es viejo, porque es viejo. Y si es viejo y viaja, aún peor. Y critican al obispo, y al cura de la parroquia y a este y aquel movimiento. Sólo ellos, más allá del bien y del mal, parecen estar en la verdad sobre lo que la Iglesia debiera ser. Pero a la vez que critican, no mueven un dedo por hacer las cosas bien. Ni por hacerlas mal. Y a quien hace, se le asaetea, se le somete a todo tipo de críticas, enmiendas, correctivos y sermones. Ni hacen ni dejan hacer. No quieren compromisos pero no soportan el compromiso de otros. Y desde su mirador, critican, se quejan, exigen y pontifican ex cathedra.
Despiertan sólo para asistir, tediosamente, a alguna procesión, al rito de alguna boda, o para «hacerle la primera comunión» al niño (lo cual cada vez consiste más en la copiosa comida postsacramental que en el mismo sacramento, no faltando nunca quien aconseje al cura que «termine rapidito» que les esperan en el restaurante).
Asisten "religiosamente" a ver el partido de fútbol del sábado y el domingo, pero a la Eucaristía asistirán si apetece y se ponen bien las cosas. Amodorrados el sábado y el domingo y estresados durante la semana, pondrán siempre todo tipo de excusas para asistir a alguna reunión formativa. Pero siempre tendrán tiempo para un viajecito de fin de semana, para ir de rebajas o para echar alguna horita extra en la empresa. El euro es el euro.
Rechazan toda opinión que venga de la «jerarquía católica», como "imposición intolerable", pero se abrirán de par en par, acrítica y atolondradamente, a cualquier opinión ajena, dicha por cualquier persona en cualquier lugar, especialmente a aquellas que atacan a su propia Iglesia, sin hacer el mínimo esfuerzo de cotejar en las fuentes la verdad de lo que se dice. Siempre atentos al cotilleo acerca de los desmanes del cura de tal o cual pueblo, nunca tendrán ojos ni oídos para reconocer el trabajo intenso y fecundo hecho por católicos militantes.
Cristianos tibios, desencantados, tristes, porque ya no creen en nada, no conocen la alegría de la Salvación, porque ya nada quieren saber de salvación ni de "kerigmas".
Esta iglesia durmiente perdió su primer impulso, su entusiasmo, su vigor. No es ni fría ni caliente. Ya no sabe quién es ni se acuerda de lo que recibió. Es una iglesia de corazones cobardes y manos débiles. Ni milita, ni hace penitencia, ni goza.
José Manuel Domínguez Prieto.
11 comentarios
Precisamente por eso no se nos enseña esto, estos no son cristianos a estos durmientes hay que despertarlos con el mismo fuego del Espíritu Santo, abrirles los ojos con el amor ardiente de veras que brota del Corazón de Jesús, despertarlos con este fuego antes de que sea el fuego de la muerte eterna el que los consuma.
ResponderEliminarQuerido amigo, como siempre, cuánta razón tienes. Hay mucho tibio y lo malo es que ese virus es contagioso, y a veces, nosotros, yo mismo, nos dejamos arrastrar en aquel o este momento, en aquel o este caso.
ResponderEliminarLa solución está en la perseverancia en la oración, incluso en los momentos más oscuros; en la certeza de su misericordia y sobretodo en la acción por caridad, por amor.
Nosotros somos débiles, pero EL es el poder y la fuerza; si luchamos por no caer en la tentación del ambiente, estaremos sacudiendo esa terrible tibieza que pretende aniquilarnos.
Coherencia con lo que se cree ese es el secreto, lo que ocurre es que muchos lo eluden porque la salvación, ineludiblemente pasa por LA CRUZ.
Excelente post, fuente de inspiración para meditar y llevar a la práctica. Gracias una vez más por tus reflexiones, que hago mias.
Un fuerte abrazo.
Los tres están muy acertados, no se puede decir mejor, yo por mi parte rezaré por la conversión del mundo entero, es nuestra obligación de CARIDAD, caridad también es dar nuestro tiempo espiritual por aquellos que más lo necesitan. Jesús y también Su Madre María, sufren profundamente por la pérdida de almas.
ResponderEliminarPero Ella, la Mediadora de Todas Las Gracias, nos dice:
(Nª SEÑORA DE LAUS (GAP-FRANCIA), 30 DE MAYO DE 1993
Solemnidad de Pentecostés, Locución interior al padre Steffano Gobbi, Movimiento Sacerdotal Mariano):
"Don precioso para las familias son los Cenáculos que Yo les pido a ellas: para que experimenten la alegría de mi presencia, el consuelo de mi asistencia, la ayuda ofrecida contra los graves males que amenazan su misma existencia.
En estos Cenáculos, el Espíritu Santo descenderá para conduciros al segundo Pentecostés.
Sobre todo en estos últimos tiempos es necesario que la Iglesia y toda la humanidad se transformen en un perenne Cenáculo hecho Conmigo y por medio de Mí.
Entonces el Espíritu Santo descenderá como consuelo sobre el llanto de vuestros días, en los cuales la gran prueba ha llegado ya.
En el llanto de una humanidad sin Dios, descenderá el consuelo del Espíritu Santo que conducirá a todo el mundo a la perfecta glorificación del Padre Celestial, obrando un nuevo esponsalicio de amor entre la humanidad renovada y su Señor que la ha creado, redimido y salvado.
En el llanto de una Iglesia dividida, oscurecida y herida se sentirá el consuelo del Espíritu Santo que la recubrirá de fortaleza y de sabiduría, de gracia y de santidad, de amor y de luz, de forma que pueda dar su pleno testimonio a Jesús, que vive en ella hasta el final de los tiempos.
En el llanto de las almas esclavizadas por Satanás, sumergidas en las sombras del pecado y de la muerte se posará el consuelo del Espíritu Santo que dará la luz de la presencia de Dios, la vida de la gracia divina, el fuego del amor, de forma que en ellas la Santísima y Divina Trinidad podrá establecer su habitual morada.
En el llanto de la gran prueba, descenderá el consuelo de la divina presencia del Espíritu del Señor, que os conducirá a vivir los acontecimientos que os esperan con confianza, con valor, con esperanza, con serenidad, con amor.
Entonces en el fuego sentiréis su refrigerio; en el frío su calor; en las tinieblas su luz; en el llanto su consuelo; en el temor su valor; en la debilidad su fuerza; en el gran sufrimiento su alivio.
Por esto hoy os invito a unir vuestra oración a la mía, para que pueda descender sobre vosotros el Espíritu del Señor con todos sus dones.
Ven, oh Espíritu Santo.
Ven a cambiar la faz de la tierra.
Ven pronto. Ven en estos últimos tiempos.
Ven ahora que la gran prueba ha llegado.
Ven y tráenos tu segundo Pentecostés, a fin de que nuestros ojos puedan contemplar tu mayor prodigio de los nuevos cielos y de la nueva tierra.”
Da un poco de miedo esta categoría de ‘Iglesia durmiente’, sobre todo porque nosotros mismos podemos pertenecer a ella más de lo que pensamos, aunque sea a ratos. Nada mejor que vivir alerta para evitarlo.
ResponderEliminarGracias Ramón por el mensaje de Nuestra Madre.
ResponderEliminarDesgraciadamente es la mayoría. Si bien, podríamos decir que esta "iglesia" es como un grano en el culete, que molesta, interrumpe el curso normal de existencia y, sin embargo, es algo que va y viene sin despertar ningún interés. Es peligrosa y anodina. Molesta e inocua. Vamos, en dos palabras: mediocre y anodina.
ResponderEliminarSin embargo, está ahí. Es un campo de trabajo yermo, pero es muy agradecido en cuanto se le presta un poco de atención y cariño, sin exigir mucho a cambio; o nada.
Gracias Ángel por esta entrada. Me viene que ni al pelo. Un abrazo.
Despertar al dormido es otra obra de misericordia muy necesaria en la actualidad.
ResponderEliminarAyudar a despertar suavemente, sin forzar, sin humillar...
Como el primer "cántico del siervo" (Isaías, 42), La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.
Gracias por despertarme suavemente Ángel.
Ya leí este post. Muy interesante. Ciertamente ser un buen cristiano implica comprometerse, pero qué dificil es eso, verdad?. Casi me conformo con que alguien se defina como cristiano sin ser oponente a nosotros, Creo que Dios puede hacer el resto y convertir poco a poco a un tibio, en alguien mucho mas comprometido.
ResponderEliminarCiertamente triste y preocupante. Rezar por ellos es lo que hace falta.
ResponderEliminarUn abrazo.
No nos durmamos. Intentemos ser buenos cristianos con nuestro ejemplo, los tibios miran a su alrededor y con nuestro ejemplo les ayudamos a despertar.
ResponderEliminarHola Angelo: se nos dice mucho a los cristianos que es con nuestro testimonio como los demas se iran acercando a ser parte activa de la Iglesia...iran despertando...pero a veces uno no ve que el otro, cercano, se interese por esto, y uno se desanima pensando que es uno el que esta fallando en transmitir el infinito amor que sabemos Dios nos tiene...sin embargo, hay que seguir porque nunca se sabe en que momento, en que corazon, en que vida de quien esta sucediendo un milagro. Te dejo una frase que alguna vez escuche de un sacerdote: "Senor, que viva yo siempre alegre, para que quien me conozca no pueda decir que tu amor no me hizo feliz!" Saludos!!! Ale
ResponderEliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.