Hay días en los que uno se da cuenta de que lo mejor de la vida no sirve absolutamente para nada. Y, curiosamente, es justo lo que más disfruta. No hablo de grandes placeres, sino de esos microgestos domésticos que no cambian el mundo pero te reconcilian con él.
✦ Por ejemplo: comprobar tres veces si cerraste la puerta. Porque una nunca es suficiente y dos tampoco. A la tercera aparece la paz interior y el síndrome del cerrajero amateur.
✦ Mirar por la mirilla después es un clásico. No esperas a nadie pero verificas por si la puerta tiene voluntad propia. Ese segundo de espionaje absurdo es oro puro del miedo cotidiano.
✦ Pisar una baldosa que suena y volver a pisarla es otro ritual universal. Ensayo general para un musical sin presupuesto. Y qué gusto da.
✦ El arte de guardar un tornillo por si acaso es patrimonio de la humanidad. Nadie sabe de qué era. Probablemente ni tú. Pero lo guardas con una fe casi teológica.
✦ Comerte una aceituna antes de poner la mesa tampoco se queda atrás. Más que un aperitivo es un rito mediterráneo que anuncia la felicidad.
✦ Enderezar un cuadro torcido medio milímetro te convierte en arquitecto emocional. Nadie lo nota. Pero tú sí. Y basta para sentir que has alineado Júpiter con Saturno.
✦ Apretar el botón del ascensor aunque ya esté iluminado es puro poder simbólico. El ascensor sube porque tú lo ordenas. Y punto.
✦ Guardar un envoltorio bonito es otro misterio. Jamás lo usarás. Pero ahí queda, por si un día apocalíptico necesitas envolver algo del tamaño de una gominola.
✦ Abrir un cajón sin buscar nada es arqueología doméstica. Descubres reliquias que deberían estar en un museo de la nostalgia.
✦ Abrir la nevera sin hambre es investigación científica. Porque quizá haya aparecido mágicamente algo nuevo desde la última vez que miraste.
✦ Mirar el reloj y olvidar la hora al instante es otra destreza humana. Memoria de pez pero con elegancia.
✦ Decir listo sin haber hecho nada es nuestro superpoder secreto. Un gesto que define a la humanidad.
Y lo curioso es que podríamos seguir todo el día: hay miles de estas pequeñas rarezas cotidianas que compartimos sin saberlo. Gestos diminutos, manías de andar por casa, tics que nadie enseña pero todos practicamos… y que, si nos detenemos un segundo, es imposible que no nos arranquen una sonrisa. Al final, en esas cosas tan simples es donde descubrimos que no estamos tan solos como creemos. Y si tienes por ahí alguna de esas manías gloriosamente inútiles que te alegran el día, suéltala sin miedo: este museo de rarezas humanas siempre admite nuevas piezas.
La banda sonora perfecta para reírte de la vida.
🌿 Si esta reflexión te ayudó, compártela con alguien que lo necesite.
💬 Me encantará leer tu sentir en los comentarios, siempre enriquecen este espacio.
No hay comentarios
✨ Este espacio está abierto a tu opinión, reflexión o incluso a ese desacuerdo que quieras compartir, siempre con respeto, sentido común y, si se puede, con un toque de buen humor 😉. Aquí no se trata de imponer razones, sino de abrir preguntas, favorecer encuentros y, con suerte, provocar alguna sonrisa compartida. La crítica es bienvenida cuando viene acompañada de cortesía, porque un comentario puede ser también reflejo de lo mejor que llevamos dentro. Gracias por estar aquí y enriquecer este lugar con tu voz.