La nada de la criatura, el todo de Él
Otro de los frutos que obtuve con la realización del retiro de Emaús, fue descubrir mejor la adoración al Señor . Cada semana ,nos reunimos en la iglesia durante una hora para adorar a Jesús . Durante este tiempo he tenido la oportunidad de profundizar lo que significa estar adorando. Leo en la página de la adoración perpetua de España : ¿Qué es adorar? Es la relación connatural del hombre con Dios, de la criatura inteligente con su Creador. Los hombres y los ángeles deben adorar a Dios. En el cielo, todos, las almas bienaventuradas de los santos y los santos ángeles, adoran a Dios. Cada vez que adoramos nos unimos al cielo y traemos nuestro pequeño cielo a la tierra.
La adoración es el único culto debido solamente a Dios. Cuando Satanás pretendió tentarlo a Jesús en el desierto le ofreció todos los reinos, todo el poder de este mundo si él lo adoraba. Satanás, en su soberbia de locura, pretende la adoración debida a Dios. Jesús le respondió con la Escritura: “Sólo a Dios adorarás y a Él rendirás culto”.
Me siento afortunado de que en mi ciudad haya iglesias donde se fomenta esta práctica tan aconsejada por los últimos pontífices. La Adoración Eucarística es el tiempo que se pasa en meditación y plegaria ante el Sacramento de la Eucaristía expuesto de forma solemne en la iglesia. Es sobretodo prestar atención. Meterse en escucha y descansar, porque este es el momento en el que abandonamos todo aquello que forma parte de nuestro mundo, aceptando la paz que Jesús nos ofrece a través de su abrazo, en este misterio tan grande y a veces tan incomprensible como es el de Su presencia, la real y verdadera presencia de Aquél que es nuestro Dios.
Jesús es la fuente del amor y durante la adoración podemos encontrar esa paz y alivio, obtener las respuestas que buscamos, tener una bendición verdaderamente extraordinaria o encontrar la fuerza para amar, para vivir en la paz y en la serenidad que Él tanto desea para nosotros.
Puede ser un momento para ofrecer a Jesús todo aquello que nos atormenta y que Él aceptará, haciéndose cargo de ello por completo. La Adoración Eucarística, para un cristiano debería ser la devoción por excelencia. En este mundo tan convulso y angustiado , lleno de cosas que no llegamos a comprender, es importante encontrar el tiempo para detenernos, el momento para encontrarse y refugiarse en un Amigo querido, que siempre está preparado para consolar fruto de su inmenso amor por cada uno de nosotros.
Para acercarse a esta práctica de devoción, para prepararse a este gran encuentro, lo primero que tenemos que adquirir es humildad, para que nuestra actitud ante Él nos mantenga en una disposición adecuada para poder escucharle bien y recibir todo lo que quiera darnos sin encontrar obstáculo alguno en nuestro interior.
Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo. (Catecismo nº 2097)
Rezamos también con el cuerpo, arrodillándonos ante Él, porque así nuestro diálogo con Jesús podrá ser más respetuoso y atento. Después está el silencio, necesario para mandar callar cada confusión inútil que surja en nosotros. El silencio de la adoración nos permitirá detener el zumbido que llena nuestra mente, porque en el mundo exterior el silencio no existe y no es siempre fácil encontrarlo en nosotros.
Otra cosa que no debemos olvidar nunca es el acto de agradecer y bendecir al Señor por todo aquello que nos da, comenzando por nuestra propia vida. Terminar pidiendo perdón por nuestra extrema fragilidad, por todas aquellas veces que nos hemos olvidado de ser cristianos, por cualquier momento en el que nos hayamos alejado de Él.
Claro que todos en algún momento podemos encontrarnos ante Jesús con ánimo distante y distraído, pero Él conoce nuestro ser, y sabe que estamos allí, delante de Él, y es porque lo amamos y sabemos que Su presencia es lo más importante: Él en su inmenso amor, curará nuestras heridas y nuestra pequeña alma tan débil en muchas ocasiones.
No debemos olvidar que Jesucristo, su Divina Persona, está presente en la Eucaristía, no es solo un trozo de pan, ¡Es Él mismo! “Es hermoso quedarse con Cristo, y reclinados sobre el pecho de Jesús y, como el discípulo amado, poder palpar el infinito amor de su Corazón. Aprendiendo a conocer más a fondo a Aquel que se ha dado totalmente, en los diversos misterios de su vida divina y humana, para llegar a ser discípulos y para entrar, en ese manantial de dones para la gloria de Dios y la salvación de la mundo” (Juan Pablo II)
La adoración Eucarística es un gran don para el mundo entero, para nuestro país, nuestra ciudad, nuestra familia, es un gran don para la Iglesia entera. Fomentemos esta práctica. Los frutos son abundantes. Os la recomiendo .
¡Que tengáis un feliz día!
4 comentarios
Recuerdo un comentario de un musulman,con respecto a Cristo Eucaristia,decia que si su Dios estubiera ahi...no lo dejaria solo ni un minuto.
ResponderEliminarUn saludo cariñoso.
Pues que gran lección nos deja con ese comentario, así tendría que ser. Pidamos unos por otros para que así sea. Un saludo Belén y gracias por tu aportación.
ResponderEliminarMe quedo con tu recomendación.Saludos cordiales
ResponderEliminarDespués de leer esta bonita meditación, me ha venido a la cabeza esta canción:
ResponderEliminar"Todo es de mi Cristo, por Él y para Él
A Él sea la Gloria, a Él se la Gloria
por siempre, Amén"...
De hecho con esta canción he terminado de leer esta entrada.
Muchas gracias Angel, por removernos semana a semana.
Abrazos.
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