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Un tío listo


Leí hace días un artículo que me llamó la atención por su título:” ¿Qué son los fofisanos?” Me sugería un montón de cosas, pero más o menos intuía por donde iba a ir el escrito al que me enfrentaba, y no me equivoqué.

Resumiendo puedo decir que el fofisano es un hombre que no está obsesionado con el culto al cuerpo, disfruta de los pequeños placeres de la vida porque sí,  amante de la comida o del deporte porque le gusta y no porque esté de moda o porque tenga que tener abdominales como uno de los 300 guerreros espartanos que participaron  en la batalla de las Termópilas y que el cine nos presentó. El fofisano es un tío feliz, que está contento como es, se toma una jarra porque disfruta de ella mientras conversa con sus amigos y le importa tres bledos que llegue el verano y empiece la operación bañador. 

Pues resulta que  la nueva tendencia del cuerpo masculino es ser fofisano. Todo porque una estudiante llamada  Mackenzie Pearson hizo un artículo tiulado “Dad Bod” (cuerpo de papá), diciendo que este tipo de hombres son aquellos que van al gimnasio de vez en cuando – o no van- que tiene la tripita del que no se corta con las cañas , las croquetas y la tortilla de patatas. Afirmaba que aunque a las mujeres les gustaba un cuerpo escultural, hay algo del “dad bod” que hace que los chicos parezcan más humanos, naturales y atractivos. El término empezó a extenderse en los medios estadounidenses en menos de lo que tarda un tipo con “dad bod” en beberse tres birras.  A eso de “Dad Bod” en español le han buscado el término Fofisano. También los llaman: "Lorzalamero", "Gordiflaco" y "Sanigordo".

Leyendo y releyendo, llego a la conclusión de que en realidad un fofisano es un hombre corriente de esos que a diario vemos por nuestras calles y en la que nos podemos incluir la mayoría. Alguien feliz por ser como es y disfrutando de la vida en su justa medida. Todo esto me hace pensar en el objetivo número uno de nuestra sociedad hedonista: tener un cuerpo perfecto, atractivo, escultural, que llame la atención cada vez que se exhibe, que desmaye a la histriónica de turno o que se le nuble la razón al macho que se topa con el 90-60-90.

Modas absurdas, memas y  pasajeras donde el protagonista siempre es el culto al cuerpo, acicalándolo por todas partes, olvidándose de lo principal, que se predica a menudo de boca pero que pocos aplican: El interior del corazón, el que realmente hay que cuidar y fomentar para que ofrezca lo mejor de cada uno, el que se embellece cuando se cultiva y el que cautiva cuando se muestra. El exterior pronto se deteriorará. Para salir de tópicos nada mejor que la realidad, así que os la presento. Pido perdón por lo desagradable de la exposición,  pero la verdad resulta muchas veces cruda y áspera, por eso se rechaza frecuentemente.

Una cosa es absolutamente segura y cierta. Nadie puede eludir la muerte;el cuerpecito que muchos custodian hasta extremos que rozan lo ridículo, llegado el momento en que “deja de funcionar”, el organismo tan bien cuidado empieza a responder de la siguiente forma:

Instante de la muerte:
El corazón se detiene.
La piel se queda rígida y adquiere un color grisáceo.
Todos los músculos se relajan.
La vejiga e intestinos se vacían.
La temperatura corporal cae normalmente unos 0,83ºC por hora a no ser que haya factores medioambientales que lo impidan. El hígado es el órgano que se mantiene caliente durante más tiempo, por lo que se suele medir su temperatura para establecer el momento de la muerte si el cuerpo se encuentra dentro de este período de tiempo.

A los 30 minutos:
La piel se vuelve púrpura y con aspecto ceroso.
Los labios, y las uñas de los dedos palidecen por la ausencia de sangre.
La sangre se estanca en las partes bajas del cuerpo, formando una mancha de color púrpura oscuro llamada lividez.
Las manos y los pies se vuelven azules.
Los ojos comienzan a hundirse hacia el interior del cráneo.

A las 4 horas:
Comienza a aparecer el rigor mortis.
El enrojecimiento de la piel y el estancamiento de la sangre continúan.
El rigor mortis comienza a tensar los músculos durante unas 24 horas, tras las cuales el cuerpo recuperará su estado flojo.

A las 12 horas:
El cuerpo está en estado de rigor mortis total.

A las 24 horas:
El cuerpo adquiere la temperatura del ambiente que le rodea.
En los hombres, fallecen los espermatozoides.
La cabeza y el cuello adquieren un color verdeazulado.
Este color verdeazulado comienza a extenderse al resto del cuerpo.
En este momento comienza el fuerte olor a descomposición.
El rostro de la persona se hace esencialmente irreconocible.

Tanto tiempo machacándose en el gimnasio, tantas horas de sacrificios para reducir unos kilitos o mantener una figura de revista, tanto dinero gastado en productos y tratamientos, tanto tiempo invertido en un cuerpo que llegado el momento de su último aliento solo tarda 24 horas en deformarse. ¿Qué recordarán de él  aquellos que lo amaron?...

Muchos conocéis  la anécdota que cambió la vida de San Francisco de Borja. Para los que no, la resumo brevemente. Cuando era Duque de Gandía sirviendo a la Reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V , de quien era íntimo amigo y gran admirador , le tocó acompañar el féretro de la soberana cuando murió, para ser enterrada en Granada. Al llegar tuvo que dar testimonio notarial, así que al abrir el féretro  contempló con horror el cadáver descompuesto y maloliente de la que fuera su amiga muy querida y muy guapa. Tal fue el impacto recibido que sus palabras quedaron grabadas para la posteridad: “Aquí paró tan verde primavera / no más servir señor que se me muera". Se hizo jesuita a la muerte de su esposa y es uno de los grandes santos de la Iglesia católica.

En fin, que ya seamos metrosexuales, culturistas, fofisanos, übersexuales, gordibuenas, machacantes de gimnasio , los corrientes que pateamos las calles a diario, o de otros grupos…, nos iría muy bien los consejos de un sabio que ya tenía que darlos a sus coetáneos del siglo V. AC. “ No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma” (Pitágoras) ,y no estaría mal pararnos a meditar lo que el Salmo 89 nos recuerda:“Acuérdate de cuán breve es la vida, y de lo caducos que hiciste a los mortales. ¿Quién podrá vivir sin que le llegue la muerte? ¿Quién librará su vida de las garras del abismo?“.

Por supuesto que hay que cuidar el cuerpo, pero dejándole muy claro quien lleva las riendas del mismo.


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6 comentarios

  1. Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse. Gracias, un abrazo. ¡Feliz semana!.

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  2. Es verdad, ese excesivo culto al cuerpo, esa obsesión a pasar por el quirófano para quitar arrugas o esculpir el cuerpo... Todo esto es fruto de esta sociedad, materialista, vacía, superficial y hedonista en la que estamos instalados.

    ¿Hay que cuidarse? Sin duda...¿Comer sano? Por supuesto... ¿Hacer deporte? Recomendable 100%... Pero de ahí a ser esclavo de tu propio cuerpo...ME NIEGO!!

    Vida sana, cuerpo sano, mente sana... Cada uno que aprenda a aceptar su propia realidad y entonces aprenderemos a ser felices.

    Un beso!

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    1. Querida Paula: Y sabes lo peor de todo esto... ¡Que quien está obsesionado con ello, se está perdiendo unas relaciones interpersonales que son las que realmente enriquecen y embellecen. ¡¡¡Para unos minutos de gloria tanto tiempo esclavizados!!!. Gracias por tu comentario. Un abrazo

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  3. Muy estimulante para nuestra juventud pretenciosa y vacía que quiere no ver " el más allá.,
    Un fuerte abrazo

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    1. Gracias Miguel por comentar y por tus palabras. Un abrazo

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  4. Entrada que nos tiene que hacer reflexionar seriamente en la brevedad de la vida, que somos mortales y que tendríamos que vivir preparándonos para esa muerten segura y lo que nos espera después.Saludos

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