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El mal que no quiero



Dice San Pablo en su Carta a los Romanos: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Leo en San Agustín “No hay pecado cometido por el hombre que otro hombre no pueda cometer, si falta la ayuda de Aquél que hizo al hombre".

Los dos nos hablan de la fragilidad humana y de la confianza divina. ¡Cuánto cuesta borrar de nuestra vida la huella del mal !

Me identifico con las palabras de San Pablo y me uno a las de San Agustín.¿Por qué duele tanto una caída? ¿Es el amor, el temor, el orgullo…?

Las dolorosas caídas de Jesús camino del Calvario, no fueron anecdóticas; nos gritaba su amor ,para darnos el aliento necesario, que nos impulsara a levantarnos. El Padre nos espera para recomponer lo roto, para sanar las heridas. ¿Caer? ¿Quién se mantiene en pie todo el camino? ...

Duele caer. Supongo que en principio el dolor es más orgullo que amor, y a medida que el Señor nos va transformando, duele más por amor.

Qué difícil levantarse a veces ante algunas caidas. Sentirse entonces como el hijo pródigo y volver al Padre. La vida es un comenzar y recomenzar constante, en eso consiste la lucha. 

"Hazte Señor compañero inseparable de mis caídas y tribulaciones, enséñame a gozar en el camino de las pequeñas cosas que me regalas, sabiendo siempre ir más allá sin quedarme en las cunetas de los caminos. Toma mis cansancios, mis veredas, mis mentiras, hazlas verdad. Toma mis muertes, mis pobreza, mi nada, haz lo que quieras. Toma mis pecados, mis faltas de amor, mis eternas omisiones, mis permanentes desilusiones, mis horas de amarguras. Camina, Señor conmigo; acércate a mis pisadas". 

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2 comentarios

  1. "Hazte Señor compañero inseparable de mis caídas y tribulaciones, enséñame a gozar en el camino de las pequeñas cosas que me regalas, sabiendo siempre ir más allá sin quedarme en las cunetas de los caminos. Toma señor todo lo que soy que sabes bien y conoce todo en mí, y quédate conmigo. Gracias.

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  2. Es tremenda la contradicción humana: Querer hacer el bien y practicar el mal. Sólo la misericordia divina nos salva.
    Esta entrada tuya, Ángel, me lleva a hacerme un montón de preguntas. Gracias querido amigo.
    Un beso.

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