Se encuentra el consuelo
Hay veces, muchas veces, en que la oración se convierte en
un campo de batalla. El sueño, la desgana, las mil y una distracciones que voltean
a mi alredor, las dudas, los pensamientos de momentos placenteros, que se
presentan sin ser invitados, la soledad…, lo dicho: “una verdadera batalla”,
para ser fiel a ese encuentro con el Señor.
No digo nada nuevo. Todos los que acudimos a orar,lo experimentamos,
como así lo han hecho los grandes santos. Basta leer a las dos Teresas carmelitas, para darse cuenta de que
no vivo algo especial.
Pero hay días, en los que uno, siente fuertemente que el
Señor viene en su auxilio, donde la hostilidad se convierte en sosiego y consolación. Y a mí me ocurre,
cuando el Señor, pone ante mí una imagen: San Juan, reclinando su cabeza sobre
el pecho de Jesús.
Sí, me ayuda muchísimo contemplar esta escena. Me produce un
gran consuelo, hasta el borde de las lágrimas, imaginarme a mí, en el lugar de
San Juan. No es difícil, si se está ante el Sagrario. Allí está Jesús, ¡lo creo!
Y basta cerrar los ojos, y reclinar mi cabeza sobre él. Cuando eso ocurre, el
silencio es el gran regalo para no estropear ese momento especial. No hay
palabras, no hay pensamientos, no hay nada… ¡solo se experimenta el amor!
Solo puedo desearte que vivas también esta experiencia.
Cuando notes que la oración se ha convertido en un campo de batalla, cierra los
ojos, pon tu cabeza en el pecho de Jesús y… ¡Siente los latidos del amor!
“Quedéme y
olvidéme.
El rostro
recliné sobre el Amado,
Cesó todo y
dejéme,
Dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado"
(San Juan de la Cruz)
¡Alabado sea Jesucristo!
6 comentarios
No sabes el bien que me has echo Angelo,Dios te bendiga y gracias.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo.
Gracias por tan sencillas, profundas y consoladoras palabras que solo puede escribir quien experimenta a Dios en su vida.
ResponderEliminarTodos, creo que hemos experimentado lo mismo. La de la oración árida (por nuestra parte) y la consoladora y sentida experiencia. Las distracciones y también las lágrimas. Claro que siempre es bueno buscarse recursos.. (industrias humanas las llamaba S. Josemaría), la tuya -coincidentemente- también es la mía.., aunque también otras tantas cosas, una lectura del Beato Juan Pablo, una mirada a Nuestra Madre de Fátima que tengo en mi escritorio, un pensamiento... que me lleva directo a los pies de Nuestro Señor, echado en aquellas losas frias
ResponderEliminarretratadas por Santa Faustina en su Cristo de la Misericordia. Sentir, como la hemorroísa que tan solo tocar su manto, puede consolarme.., me da escalofríos.
Gracias, querido hermano por compartir tus intimidades, gracias por corroborar que, gracias al DIOS que nos une, estamos en la misma onda.
A mí me pasa muchas veces, cuando ya no puedo con la carga, digo: "Anda cógela Tú". Y me siento aliviado.
ResponderEliminarUn abrazo.
También me ocurre a mí lo mismo en cantidad de ocasiones y es entonces cuando miro a Jesús en su cruz y le digo: ya ves todo lo que pasa por mi mente, lo pongo a tu disposición para no distraeme así que simplemente estaré en silencio aquí contigo para hacerte compañía, si tienes algo que decirme lo haces que yo te escucharé................y me quedo así mirándolo simplemete y observando esa angustiosa cruz.Un cordial saludo
ResponderEliminarSon rachas, más mérito tienen esas oraciones.
ResponderEliminarTe invito a dejar tu opinión .Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.